[A por ellos] "Cien maneras de volver", por Mikel Recalde

Se acabaron las aventuras de Aperribay y el servicio jurídico en su viaje a ninguna parte. Todos sabíamos perfectamente de antemano que sus recursos no tenían opción de fructificar. Y eso que ningún tribunal puede sentenciar que no le ampare la razón. Lo que le han hecho a la Real es un auténtico atropello que encima se ha visto agravado por las lesiones de Zubimendi y de Óskarsson. Entre otras muchas cosas, Imanol apenas cuenta con las suficientes fichas del primer equipo para completar las once que le obligan en la convocatoria y las siete que tienen que estar en el campo todo el partido para no incurrir en alineación indebida. Así es el reglamento que impone esta Federación que se jacta de promover la apuesta por los jóvenes. El origen del mal es que en el calendario no cabe un partido más y la única solución posible para hacerle hueco antes de retrasar toda la Copa era aplazar los encuentros de Liga ante el Barcelona o el Athletic. Con la Iglesia hemos topado. Los culés ni se dieron por aludidos y los rojiblancos, de forma comprensible y lógica, dejaron claro que no tenían ninguna vela para este entierro. Ahora bien, que quede claro, la Real no movió un dedo para retrasar el derbi, fue la solución que le propuso la propia federación porque en realidad era la única medianamente equilibrada (insisto, normal que en Bilbao se sintieran perjudicados si modificaban su calendario). Ahora bien, como tantas veces ha ocurrido, ¿por qué algunos aceptan que sea entendible que el Athletic defienda sus derechos y en cambio se critica a la Real por luchar por los suyos? El problema es que los tribunales federativos están corrompidos y la justicia ordinaria ha preferido mirar hacia otro lado, en plan, a mí no me metas en estos líos. Pero el club realista tampoco tuvo nada que ver en el aplazamiento, ni se negó a viajar, ni nada parecido. La cuestión es que muchos están callados para no parecer que frivolizan con un tema de fuerza mayor y que bailan sobre la tumba de los más de 200 fallecidos por la terrible dana que asoló Valencia.

Supersubmarina

No es fácil ver pasar la muerte tan cerca. Ni tampoco sobreponerse a todo lo que eso conlleva. Reconozco que no conocía al grupo Supersubmarina. Tampoco me sonaba su historia. Hace unas semanas Salvados emitió un programa especial, alejado de su ADN habitual, para recordar el accidente de coche que sufrió esta banda de Baeza cuando no paraba de dar conciertos y de llenar locales. Para una persona como yo, que ha sufrido las consecuencias de tres gravísimos incidentes en la carretera en su propia cuadrilla de amigos, con muerte y secuelas de por vida incluidas, es imposible no conmoverse y emocionarse hasta el punto de ser complicado contener las lágrimas viendo cómo se encontraban ocho años después sus integrantes (y por supuesto admirar, hasta el punto de elevarles a la categoría de mis auténticos ídolos de vida, a mis dos amigos que lograron salir adelante esquivando la guadaña gracias a su valor y a su capacidad de superación).

El más afectado, con diferencia, José, el alma mater del grupo. El brillante compositor de las canciones y la extraordinaria voz de la banda. Un terrible golpe en la cabeza le afectó al habla, a la memoria y también a los brazos, lo que le imposibilita tocar la guitarra como tanto le gustaba. Pero está vivo, que no es poco. O que es mucho, como él mismo destaca en una entrevista enternecedora que pone los pelos de punta.

Cuando estaba en el hospital luchando por su vida, los médicos explicaron a su familia que había perdido la memoria de corto plazo. Hasta el punto de que podía pedir un vaso de agua y cuando se lo daban preguntaba extrañado que por qué se lo servían. Para los que tengan niños pequeños y quieran hacerse una idea, como el pez Dory. Su hermana cuenta que uno de los neurólogos le sugirió que le contara todas las mañanas un chiste para ver qué día se podía acordar. “Tenía siempre la misma reacción cuando se lo contaba hasta que por fin un día me paró, Jo, qué pesada, ¿otra vez?”. No me quiero ni imaginar el indescriptible momento.

Imanol y la Copa

Imanol ha logrado que la Copa haya perdido mucha salsa en sus primeras rondas. Bendito aburrimiento o rutina. Atrás quedaron los terribles años de la mancha negra que se sucedía en el tiempo de forma repetitiva como el chiste que le contaban a José pero sin ninguna gracia. Bueno, la situación llegó a ser tan dramática e incomprensible que hasta el propio presidente no pudo reprimir la risa cuando en una presentación de un jugador, en pleno verano, el bueno de Roberto Ramajo, de la Cadena Ser, le preguntó por las expectativas en la competición. Ya nada es lo mismo y esa medalla hay que colgársela al técnico, que siempre ha dejado claro que se toma todos los partidos de la misma manera y motivación sea contra el vigente campeón de Europa que contra un rival de regional. La txuri-urdin obliga, algo que muchos protagonistas, entrenadores y jugadores olvidaron como si sufrieran problemas de memoria en aquella maldita era. 

Ahora bien, la Copa la carga el diablo. Muchas veces, cuando menos te lo esperas, se convierte en una bomba de relojería al desnudar tus miserias y sacar a la luz todos los problemas que creías tener controlados. Cuidado. Imanol debe hilar muy fino porque, por primera vez desde que está al frente de la nave, hace unas semanas cobraron fuerza las voces del sector más crítico con su labor. Los mismos que siempre le han hecho de menos y que no han valorado lo mucho que ha logrado hasta ahora. En esta novedosa e incómoda situación, en la que los resultados, que eran su principal aval, no estaban de su parte, con números catastróficos en casa que no esconde ni el inolvidable triunfo ante el Barcelona, la figura del técnico en el banquillo de la Liga más estable en el último lustro ha llegado a estar expuesta y hasta a ser vulnerable. Sus gestas coperas no le van a ayudar ni le van a proteger lo suficiente, a pesar de que ha conseguido que el cuarto de siglo de repetidos ridículos se hayan convertido en los niños perdidos de su País de Nunca Jamás. Anclados y abandonados en el tiempo, pero siempre preparados para ser rescatados cuando se les necesite para luchar contra cualquier Capitán Garfio que desafíe su recuperación total y al protagonista de la misma. Como el Jove esta noche…

La caída de Loren y Eusebio

Insisto, cuidado, que no es broma. Muchos sitúan la caída del imperio de Loren y de Eusebio en el famoso partido ante el Getafe, pero la sacudida que movió todos los cimientos y los resquebrajó para siempre la provocó en el mes de noviembre la esperpéntica remontada del Lleida en Anoeta. El mayor ridículo en la historia del club. Por lo tanto, estamos todos sobreavisados de la tormenta que podría desatar una inaceptable eliminación prematura ante un rival amateur.

Como suele decir Imanol, para qué nos vamos a poner en lo peor cuando resulta preferible abordar las situaciones con optimismo, confianza y autoestima. Pero esta vez, por mucho que quiera mantener una improbable tranquilidad interna, los registros no han sido tan buenos y por momentos llegaron incluso a adentrarse en un pantanoso terreno en el que por menos otros vieron cómo perdían su cargo. Y que nadie olvide que el oriotarra, cuyos indiscutibles éxitos provocan que siempre merezca la pena confiar en el siguiente plan que tiene entre manos para salir de cualquier agujero, como ya lo viene demostrando una vez más, no fue la primera elección para los que negocian con más apuros de los esperados su renovación ya con Olabe con un pie fuera de la escena. Normal que al técnico le surja alguna duda y empiece a darle importancia a acabar su glorioso periplo sin hacerse daño.

Gonzo, el presentador de Salvados, le pidió a la hermana de José que contara el chiste y ésta, sonrojada y con timidez, se animó con sonrisa picarona después de avisar de que era muy ordinario: “Esto es un matrimonio que está en el sofá y ella le dice: Oye Pepe, qué se dice, fuera o fuese. María, eso da igual. Pues ponte el bañador bien que tienes un huevo fuese”. Sería importante que nadie se quedara con el culo fuese o al aire en una Copa en la que nuestro patrón nos ha dado la gloria y nos hizo soñar con volver a alcanzarla la noche de los cristales rotos contra el Mallorca. El programa se llamaba Cien maneras de volver, por el posible e ilusionante intento de regresar a los escenarios de Supersubmarina. Como las de la Real por volver a tocar el cielo con otro título cuando las cosas no le han ido tan bien y nadie se lo espera. Esos siempre serán los mejores triunfos. ¡A por ellos!

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