[A por ellos] "El banco de Zubieta", por Mikel Recalde

La imagen sucedió en la última semana de la temporada pasada. Tenía entrevista con Álvaro Odriozola y como llegué un poco pronto y se respiraba un ambiente distendido tras haber certificado el equipo la sexta posición y la clasificación directa para la próxima Europa League, estuve un rato esperando en la grada. De repente me di cuenta de que en el campo José Luis Orbegozo, delante del nuevo y flamante gimnasio, había un grupo de realistas, sentados en un banco algunos y otros en el suelo formando una especie de improvisado corro. Como no podía ser de otra manera, mantuve la distancia para respetar su tranquilidad, sin ni siquiera intentar saludarles. Pero sí que me llamó la atención que en el centro de todos estaba Zubimendi. Se le veía encantado, en su salsa, charlando y riendo junto a los suyos. En ese momento, cuando comenzaban a sonar los tambores de guerra de lo movido que se preveía el verano, muchos ya éramos conscientes de que le costaría dar el gran paso.

Desde que se confirmó la ofensiva del Liverpool para llevarse al jugador, mi perfil de Twitter quedó secuestrado por periodistas o cuentas de todo tipo reds pidiendo información sobre el fichaje del mediocentro. Lo reconozco, cuando supe que habían tenido varias reuniones, es decir que habían ya captado su atención y le interesaba lo que le estaban proponiendo hasta el punto de que casi lo consideraba y que le triplicaban el sueldo (en el club se respiraba una sensación de amargura y resignación), uno solo puede ponerse en lo peor. Pero Martin nunca lo tuvo claro, siempre fue consciente de lo mucho que tenía que dejar atrás.

Cuentan que cuando Modric se estaba pensando la anterior renovación con el Madrid, un día se le acercó Emilio Butragueño. El croata le pidió consejo y el Buitre le dijo: “Puedes ganar mucho más dinero, pero si decides quedarte te convertirás en eterno para este club. No hay nada más grande que eso”.

Un pase para la eternidad

Esa es la decisión que ha tomado Martin, un pase para la eternidad. No sé lo que pasará el año que viene y a día de hoy ni me importa, porque disfrutar de uno de los cinco mejores mediocentros del mundo, que además es de la casa, no se paga con dinero.

Ha sido muy decepcionante la reacción furibunda en las redes sociales, que la verdad tampoco son distintivo de nada, de aficionados reds indignados por la decisión de Zubimendi, a quien la gran mayoría solo ha visto en su antológica segunda parte de la final de la Eurocopa. Lo más curioso es que no eran capaces de entender cómo podía rechazar a su inigualable Liverpool.

Pues bien, vamos a tratar de explicárselo. Para no ofender, no vamos a comparar las dos ciudades y la calidad de vida en ellas, así como tampoco tiene parangón el extraordinario palmarés inglés al ser uno de los clubes más grandes. Pero en esta vida hay muchas más cosas que ganar y, por supuesto, no hay nada más grande que alcanzar la gloria con el equipo de toda tu vida. Él ya la disfrutó nada más aterrizar en el primer equipo con la Copa para siempre. Zubimendi siempre ha sido una persona inteligente, que sabe lo que quiere y lo que tiene. Y esto segundo es mucho. Martin es plenamente consciente de que juega en una Real histórica, que por primera vez lleva cinco años seguidos entrando en Europa. Se siente un privilegiado, así como la Real por haberle mimado y formado desde los doce años para acompañarle de la mano al Olimpo txuri-urdin.

Nosotros no somos únicos en nada ni pretendemos serlo. Solo nos consideramos los mejores en querer lo que es nuestro: el club, el sentimiento y el sentido de pertenencia. Nos llena y nos hace sentir bien. En el fondo, y sin quitarle ni un ápice de valor a su decisión, nos sorprende mucho más que se quiera ir a que se quiera quedar haciendo felices a los suyos. Así somos y el que no lo entienda, es su problema. Además de que, obviamente, la puerta siempre estará abierta para el que lo desee. Sorprendente, y que me disculpen a los que les importe un rábano el tema, el silencio de más 24 horas del medio afín al club cuando la imagen de un canterano donostiarra copaba las portadas de los tabloides ingleses (para más inri, luego encima se regodean y sacan pecho). Es lo que tiene depender del teléfono rojo. Aperribay me incidió en la única llamada que hemos compartido este verano: “Pero si tú eres el único periodista que me llama”. Con el fichaje de Sucic confirmó lo que todos ya sabíamos, que tenía razón, no hace falta que le telefoneen, es él mismo quien llama. A pesar de los esfuerzos de Roberto Olabe, hay cosas que nunca cambian porque en el club son muchos los que no tienen ni la más mínima intención de hacerlo.

Mikel Merino

La historia de Merino la veo distinta y me recuerda a una anécdota que contaba Mourinho: “Cuando estaba en Inter Ibrahimovic entró en el vestuario y me dijo: Me voy, tengo que ganar la Champions. Mis asistentes estaban fuera de sí porque pensaban que sin él sería imposible ganar algo. Sus compañeros tampoco querían perderlo. Yo también estaba preocupado, pero terminé diciendo: Tal vez te vayas y ganemos. Entonces le dije a Marco Branca: Si quiere ir a Barcelona, intentaremos fichar a Eto’o. Él y Diego Milito podrían darle algo diferente al equipo tácticamente”. La temporada siguiente el Inter obtuvo la Champions de la mano de Eto’o y Zlatan tuvo muchos problemas en el Barça.

Moraleja, nunca sabes lo que te deparará el futuro, pero tienes que estar muy seguro para dejar atrás el sitio de tu recreo en el que fuiste tan feliz. Merino también se encontraba con su camiseta sin mangas en la improvisada reunión en Zubieta de aquella mañana. Seguro que lo echará mucho de menos. Ningún reproche, un osasunista que defendió la camiseta como cualquier txuri-urdin de cuna y que dejará un saco de millones en las arcas cuando se marche. Se le recordará como el fichaje perfecto. Con Merino o sin él, la Real siempre seguirá adelante. Y el drama Zubimendi nos ha puesto tan histéricos que han sido las ramas que no nos dejaban ver el espléndido bosque que se nos presenta por delante. Feliz temporada para todos. Esto promete. ¡A por ellos! 

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