No puede ser. Esto no se debería repetir jamás. Tienen mucha razón los que dicen que no reconocen a la Real. A mí también me pasa lo mismo. No me entra en la cabeza cómo después de un mercado pleno de vaivenes, curvas, sobresaltos, disgustos y abandonos esperados, la dirección deportiva ha apurado hasta el último minuto para reforzarse con dos fichajes necesarios. Uno de ellos absolutamente prioritario, porque no hubiera tenido perdón que Oyarzabal no contase con un nuevo compañero después de lo que sucedió el año pasado y de que, para más inri, se hubiese liberado una ficha de Carlos, al que sin duda parece que le han empujado por el trampolín de salida más que querer él marcharse. Y todo porque a Sadiq, que sí que contaba con propuestas más interesantes, no le ha dado la gana de marcharse. Bueno, está en su derecho. Eso nadie se lo puede discutir.
Y el otro, el del central, que se tenía que haber solucionado mucho antes. El club sabía que Robin se iba a ir desde el final de la pasada campaña, no es de recibo que la víspera del cierre del mercado sigan tocando varios palos un poco a la desesperada (Imanol dijo que no ayer, bueno….) y en una acción impropia de la hasta ahora responsable y competente dirección deportiva.
Estoy de acuerdo con mucha gente, esta no es mi Real. Nunca jamás pensamos que llegaríamos a este punto después de haber asistido a auténticas cafradas y borregadas de otros clubes mendigando en las horas previas a la finalización de las transferencias. Está claro que hace tiempo que somos uno más en una selva donde el que no corre vuela y donde no existe ni el más mínimo miramiento para con el de al lado o el más pequeño. Si te puedo machacar apoyándome en normas injustas, lo hago sin despeinarme y sin el más mínimo cargo de conciencia. Hasta que nos pase a nosotros, claro…
Fichajes
En las últimas horas he asistido atónito a la corriente de que no hacen falta más fichajes, que con lo de casa vale. Es el ADN de la Real y admite el mayor respeto por todo lo que se ha logrado con una cantera que es una referencia mundial. Pero eso no vale para mantenerse arriba. El fútbol de hoy en día es muy cruel. Un deporte de élite donde impera la inmediatez. La dictadura del eres tan bueno como hayas jugado el último partido. Y cuando te has acostumbrado al solomillo, que diría alguno, ya no quieres filete. Algunos se escandalizarán seguro, pero luego suelen ser los más impacientes y los que afilan la guillotina para pedir la cabeza del entrenador que, aunque es de largo el mejor que podemos tener, tampoco puede hacer milagros.
No es una cuestión de empezar a repasar tenebrosos tiempos pasados para alarmar, ni tampoco hace falta ser un lince para constatar que sin Robin y Merino vamos a tener peor equipo y que la Real no puede aspirar a encontrar sustitutos a los dos de plenas garantías en el mercado porque no se encuentran al alcance de su mano. Ahora bien, ¿de verdad algunos nos quieren vender que con 70 millones en las arcas no teníamos que hacer más fichajes?
Es decir, estamos ante un cambio de ciclo porque se han marchado el mejor defensa y el centrocampista más importante, mientras Aperribay cuenta las monedas regocijándose en su gigante caja fuerte como el Tío Gilito, ¿y queríamos traer a dos refuerzos menos que el verano pasado? Porque el año pasado, mientras todos nos felicitábamos y catalogábamos como el mejor fichaje el haber retenido a todas las estrellas (pena la lesión de Silva), vinieron cinco futbolistas: Odriozola, Traoré, Tierney, Zakharyan y André Silva. Y en enero, Sheraldo Becker y Javi Galán. Y eso que era un año normal, sin libros nuevos ni nada que se le pareciese. Pura rutina.
El fútbol de hoy en día está hecho así. Lo importante es mantener tu esencia, trabajar bien con tu cantera y que en el once puedas contar con el mayor número de gente de casa para seguir siendo competitivo. A todos nos gusta muchísimo más triunfar con los nuestros, pero a día de hoy esto es casi imposible. Lo que queremos es ganar y disfrutar del equipo. Y si de verdad repasamos bien nuestra historia hay que valorar como merece que, con la base de Zubieta, como debe ser, el equipo del subcampeonato lo lideraban Karpin, Nihat y Kovacevic. El de la siguiente Champions imperaba la brujería alegre de Vela y Griezmann y en el de la Copa, aunque el héroe fue Oyarzabal, el penalti lo generaron Merino y Portu, después de la exhibición de Odegaard e Isak la noche de los cristales rotos en el Bernabéu, todo lo que se consiguió fue en parte gracias a los refuerzos.
No, esto no es que vienen los de fuera como si fueran el coco, los foráneos buenos nos permiten crecer, fomentan la competencia y nos dan un plus de competitividad que nos permite alcanzar resultados. Y por ende, hacernos muy felices. Que conste que digo esto sin conocer demasiado a Óskarsson y Aguerd, pero con toda la esperanza puesta en que cumplan su misión y nos hagan más grandes. Al club y a nuestros chavales.
Una espiral negativa y catastrofista
Y ahora a lo serio. Insisto, esta no es mi Real. Llevamos tres jornadas de competición en las que el equipo ha sumado un triunfo, es decir un bagaje discreto pero correcto, y por momentos ha dado la sensación de que nos encontramos en la jornada 35 con un punto por encima del descenso. ¿De dónde ha salido esta espiral tan negativa y catastrofista? Por increíble que parezca, el origen ha estado en el propio club. Con un histerismo colectivo impropio de esta dirección deportiva. Unas malas caras, unas ruedas de prensa, unos ciclos cerrados y otros abiertos y una amenaza no directa pero sí velada de que nos encontrábamos y debíamos prepararnos para un rendimiento peor y no entrar en Europa. ¿Estamos locos? ¡Y eso que no han pasado las regatas aún!
Yo desde aquí solo quiero lanzarles un recordatorio. Somos la Real. Este equipo se ha levantado una y otra vez tras la marcha de muchas de sus estrellas. Con una capacidad innata para regenerarse y volver a ser competitivo. Con plantillas muy inferiores a esta y sin los 70 millones que tenía en el banco. E insisto, he visto a planteles txuri-urdin con muchísima menos calidad y nivel, pero con una autoestima y una personalidad encomiables que les ha permitido hacerse fuertes y acabar logrando objetivos que de primeras parecían simplemente inalcanzables. Aunque haya actuado tarde y mal, a poco que haya acertado la dirección deportiva esta Real tiene que volver a estar en Europa y aspirar a todo. Tenemos un equipazo. Y lo siento por Aperribay, pero esto tiene más pinta de ser un final emocionante de la entrega triunfal del último lustro que de una nueva saga plena de incertidumbre y dudas. ¡Que somos la Real, hombre! Basta ya de lamentos. Equipazo. ¡A por ellos!