El Mundial sub’20 que se disputó en Holanda en 2005 dejó el recuerdo y un sinfín de anécdotas de un compendio de estrellas que dominaron el fútbol planetario durante la siguiente década. La final la disputaron la Argentina de Agüero (16 años) y Messi (17 años) contra la Nigeria de John Obi Mikel (siempre me declaré fan de su nombre por motivos obvios). Ganó la albiceleste y el ex del Chelsea no se tomó muy bien que le dieran el Balón de Oro al tal Messi en lugar de a él. Al final de la entrega de premios le dijo en castellano: “Me robaste el Balón de Oro. Me lo merecía. Yo era mejor que tú”. Messi sonrió y le contestó con su timidez: “No tengo nada que ver con el asunto. El comité es el que juzga, pero has llegado a la final Y has hecho algo maravilloso por tu país”.
El africano no daba crédito cuando al salir del vestuario, ya duchados, se lo encontró de nuevo y le propuso: “Toma la pelota de oro y dame la pelota de plata si quieres”. Le contestó: “No puedo. Te lo mereces. Solo estaba enojado. Gracias”.
Luego se perdieron la pista hasta que se reencontraron de nuevo en la Copa del Mundo 2018 ya como internacionales absolutos. Messi se le acercó y le comentó: “Hola, chico de oro, todavía tengo la foto que me sacaron contigo en la entrega de premios”. Y Mikel le sonrió y le reconoció: “Durante ese período hasta ahora, me has convencido de que realmente te lo mereces. Eres el mejor del mundo, Leo”.
El fútbol es así, nunca sabes lo bueno que vas a poder llegar a ser. Menos aún en las categorías inferiores. Seguro que Obi, que le sacaba dos cabezas al astro argentino en aquella competición, le contará la anécdota a sus hijos: “Yo le dije a Messi que era mejor que él”. Osado él…
«Valiente y luchador»
Cuando se apagan las luces en El Sadar, haya ganado, empatado o perdido el equipo, la grada le agradece el esfuerzo al cantar al unísono el célebre “Somos un equipo, valiente y luchador, que defiende sus colores, con el corazón…”. La primera vez que vi a Mikel Merino me impresionó. En Navarra, aunque en el campo se vacían y se entregan a los suyos, suelen ser bastante quejosos. Y le miraron con lupa hasta que simplemente les subió a Primera al echarse al equipo a sus espaldas y marcar las diferencias en el play-off de ascenso de 2016 (marcó tres goles en cuatro partidos).
El rojillo Merino, porque él es de Osasuna y siempre ha ejercido de ello sin tapujos, se fue al Borussia y luego al Newcastle, donde no tuvo demasiada suerte aunque le ayudó para crecer mucho y alcanzar una madurez que iba a ser indispensable para su nueva andadura. Es más, en Saint James Park coincidió con Rafa Benítez y su segundo, el exrealista Mikel Antia, siempre reconocía que había tenido mala suerte con las lesiones, pero que en el cuerpo técnico eran plenamente conscientes de que se trataba de un jugadorazo.
Cuando muchos creímos haberle perdido la pista, a Jokin Aperribay, al que siempre le ha gustado jugar a entrenador, se le había metido entre ceja y ceja su contratación. Y a cabezota le ganan pocos. El presidente exhibió sus dotes de buen negociador para, en un golpe de efecto perfecto, convencer al navarro para que apostara por su proyecto en lugar de por el de dos rivales directos cuyos nombres todos sabemos y que, además, le ofrecían bastante más dinero.
El segundo bastión de su gran éxito en clave txuri-urdin fue Imanol. Es cierto que las lesiones le lastraron con Garitano pero hasta diciembre solo fue titular en cinco encuentros, hasta el estreno del de Orio en el Bernabéu donde le bastaron 90 segundos para provocar un penalti. El día que disipó cualquier duda fue en una noche triste de Copa ante el Betis, con aquel certero testarazo en plancha que al final no sirvió para pasar de ronda.
El futbolista más importante del último lustro en la Real
El osasunista Merino se ha convertido en el futbolista más importante de esta gloriosa Real en este último lustro por su capacidad para equilibrar el juego y el orden del equipo. Recuerdo que un día el director deportivo de un equipo de Primera me dijo: “Es que en el Madrid quitas a Kroos y le pones a él y no se nota la diferencia”. Fue antes de que Imanol le catalogase sin exageraciones como “el mejor jugador de la Liga”.
Un futbolista con una regularidad, una constancia, un poderío físico y una competitividad extraordinarias. Además de poseer un guante en la zurda y demostrar una llegada que le debería permitir marcar muchos más goles de los que ha firmado de blanquiazul. Jugó con cuatro lesiones a la vez. Se enfadó porque sufrió dos conmociones cerebrales en diez días y no le dejaron jugar la vuelta ante el Leizpig. Como cantan en Pamplona, “valiente y luchador, que defiende sus colores con el corazón”.
Vino por once millones, se ha salido en seis años con medias de 40 partidos por curso, no ha perdido un duelo aéreo y dio El Pase más importante en la historia del club. En una jugada que le define, con una vértebra rota, infiltrado hasta los huesos y tras pegarse una costalada nada más empezar, cortó, avanzó y dibujó una obra maestra en forma de curva que Portu convirtió en el penalti de Oyarzabal. Encima se va dejando en caja 33 millones de euros a falta de un año de contrato. Leyenda, como todos los que celebraron la Copa, Gorosabel y Robin incluidos. No me extrañaría que pasados unos años, como le sucedió a Obi Mikel con Messi, se le reconociera con que era el mejor de todos. Eskerrik asko por todo, navarro. Un gran tipo. El Conde que luchaba en primera línea del frente como cualquier soldado raso. Siempre serás bienvenido por haber honrado nuestra camiseta. Vuela alto. ¡A por ellos!