Solía contar Remiro con esa fina ironía que tanto le caracteriza que cuando ganaba la Real o estaban muy contentos en el vestuario la primera canción que ponían siempre era el rap de Joseba Zaldua. Muchos no se acordarán, pero cuando estuvo cedido un año en el Leganés conoció al cantante Zhor, que le prometió que le iba a dedicar una canción. Como explicaba el portero, lo mejor del tema es que, como reconocía el meta de Cascante, no había nadie más discreto y sencillo que el actual futbolista del Cádiz y no le podía hacer más gracia que le hubiesen compuesto un rap que, por cierto, tal y como reconoció el lateral “tiene mucho ritmo” y es extremadamente pegadizo.
No admite comparación, porque es otro nivel, pero Netflix ha publicado un documental sobre la vida y la carrera de Ángel Di María. A pesar de ser un jugón de cuidado y de que nadie le podía discutir su extraordinario talento, el Fideo siempre se mantuvo en un segundo plano a la sombra de los mejores del mundo. Acostumbrado a surtir a los dos cracks que marcaron el fútbol mundial en la anterior década, como son su íntimo amigo Messi en la selección y Cristiano Ronaldo en una etapa en el Madrid en el que brilló mucho más de lo que algunos quieren recordar por la manera en la que salió. En el reportaje lo explican muy bien, el club blanco solicitó por carta que no jugase la final del Mundial al estar lesionado (Ancelotti afirma que no se acuerda de eso, así que debió ser enviada por el propio Florentino Pérez). Y, lo más impresionante de todo, es que tiene el mismo influjo que Oyarzabal, al ser un especialista en marcar tantos importantes en finales. Ojo, no estamos hablando de un cualquiera. Di María, y Messi son los únicos jugadores en la historia de este deporte que han ganado Mundial sub’20, Mundial y medalla de oro en los Juegos Olímpicos. El único en la historia que vio puerta en una final continental, olímpica y del mundo. Un mito del PSG.
Una carrera marcada por las lesiones
Son datos estratosféricos de un futbolista cuya carrera estuvo marcada por las lesiones. Cuando la prensa argentina despellejaba a su selección por no ganar y acumular derrotas en finales, los más osados fueron más lejos y le acusaron de ir convocado por ser amigo de Messi y le pidieron que se retirara de defender a su país porque siempre acababa lesionándose.
Nunca he visto llorar tanto a un futbolista en un documental. Menos aún cuando ha protagonizado una trayectoria tan gloriosa. Pero en su caso, emerge una cara B que hay que tener muy en cuenta y es el infierno que pasó por las lesiones y la falta de compasión de la prensa: “¿Hasta cuándo vamos a esperar a Di María? Si vive lesionado, quédate en Europa. No es un jugador de la selección, ya tuvo muchas oportunidades. Se terminó su tiempo”. “Yo me pongo de rodillas como hincha a la selección le pido a Scaloni que no lo ponga más”… Terrible.
El ‘caso Barrenetxea’
En escala Real, con una prensa mucho más respetuosa y cercana, me encuentro con el caso Barrenetxea. Una de las últimas joyas salidas de Zubieta, que debutó con 17 años en diciembre de hace seis años. Uno de sus grandes problemas es que, a los 23, parece una eternidad lo que lleva en el primer equipo. Y a pesar de haber jugador incluso en la final de la Copa para siempre, se encuentran casi a la par sus postales buenas y las malas debido a una gravísima lesión que sufrió el 2 de enero de 2022 ante el Alavés, el mismo equipo contra el que debutó en el último partido de Asier Garitano. Eso provoca que en demasiadas ocasiones algunos se olvidan del deslumbrante diamante que brotó de nuestra cantera.
Cuando Barrenetxea se pone a jugar es un futbolista diferencial. Un jugador con una calidad extraordinaria y un desborde incontrolable. Un extremo por momentos imparable y una fuente de generar goles. El propio Di María vio desde el banquillo y desde el campo sus exhibiciones frente al Benfica en la Champions. Si tuviéramos que elegir un momento de la pasada campaña, yo creo que la mayoría coincidiríamos en que su gol a los lisboetas, que era el 3-0 aunque podían ser cinco, y su posterior celebración de rodillas en el córner mientras en la grada se vivían un despelote absoluto.
Cuando está bien, nadie se acuerda del resto. Y además, como las bolitas de los recuerdos de la película Inside Out, sus más críticos se vuelven a acordar del pedazo de jugador que sigue en su plantilla y del que no pueden disfrutar tanto como les gustaría por las malditas secuelas de la rotura fibrilar de elefante que sufrió en Vitoria. En Niza marcó un golazo, porque también define bien, y dejó un pase antológico a Oyarzabal con rosca y por delante de la defensa que incluso sonó distinto cuando golpeó a la pelota. De su bota parecieron desprenderse incluso en ese momento unos polvos mágicos. Es muy bueno, hay que cuidarle y mimarle. Y esperarle el tiempo que haga falta, porque, aunque el talento siempre estará bajo sospecha, solo sale un canterano con tanta calidad cada mucho tiempo de un vivero como el nuestro.
Después de lograr cumplir su sueño de ganar por fin con Argentina, Di María llamó llorando a sus padres: “Se logró, lo logramos. Gracias por apoyarme siempre, los amo. ¿Viste? Algún día se iba a romper la pared, se rompió la pared. Me la di muchas veces pero seguí estando acá. Como siempre me enseñaron, nunca aflojé. Siempre estuve ahí”. Me parece un ejemplo perfecto para Barrene. Nunca aflojes ni tires la toalla, a un futbolista de tu categoría solo le pueden esperar cosas muy buenas. Y ahora que están tan de moda los mensajes a los haters, rescato en buen tono que la hija del Fideo se pone a jugar a periodistas con su madre y a esta no se le ocurre otra cosa que preguntarle: “¿Qué pensás de todos los periodistas que pidieron que tu papá se retirara de la selección? “Que mi papá les cerró el orto”. Ander, te toca romper la pared. No te retrases. ¡A por ellos!