“El día más feliz de mi carrera fue el del ascenso a la Bundesliga, jamás se imaginó, nunca se trató como una opción”, declaró hace poco Chistopher Trimmel, veterano defensa austriaco del Unión Berlín. La historia de este club alemán, que se estrena en la Champions en esta edición partiendo del mismo bombo 4 que la Real, es realmente increíble. Ha sobrevivido a guerras, a amenazas de desaparición o incluso a reformas necesarias de estadio sin tener el dinero suficiente para realizarlas. Y todo lo ha conseguido gracias al apoyo y a la ayuda incondicional de sus seguidores. Hasta el punto de que cuando se vieron obligados a remodelar su campo, situado en mitad de un bosque, participaron más de 2.300 hinchas. No se pueden calcular las miles de horas que invirtieron para no perder el que era su estadio. O lo que es lo mismo, su casa, porque lo sentían como algo suyo. Por si fuera poco, en una posterior segunda fase, su presupuesto ascendió a 15 millones que se repartieron entre los diez que pagaron diversos patrocinadores, los dos que asumía el propio club y los otros tres que los abonaron los aficionados. Es decir, la directiva decidió vender parte de su campo a sus seguidores, al módico precio de 500 euros la acción. El lema que utilizaron en la exitosa campaña resume la singularidad y la originalidad de este club: Vendemos nuestra alma, pero no a cualquiera.
El miedo a modificar el espíritu de barrio del equipo era tan patente que cuando festejaron un triunfo clave en los albores de la celebración del éxito, en uno de sus fondos, sus hinchas más animosos desplegaron una pancarta genial: Mierda, vamos a ascender…
El eslogan que parte de la Real para esta edición de la Champions no difiere demasiado a la agudeza y a la convicción del Unión Berlín al que, por cierto, no le puede ir peor en su grupo tras perder sus dos encuentros en el descuento y ser obligado a competir en el frío destierro del Olímpico de la capital teutona: “Yo viví la de hace 20 años y lo mejor que puede pasar a través del tiempo es aprender. Mi idea es que tenemos que seguir construyéndonos desde lo que es la Real, buscando ser el mejor equipo posible. Somos Champions porque hemos sido Real Sociedad”. Lo dijo Olabe.
No sé si es porque a veces algunos se creen siempre más en todo cuando llevan años que solo les vemos por el retrovisor, pero el caso es que no dejan de enredar en nuestra filosofía, que es tan única como la de cualquiera porque es la nuestra y punto pelota, pero por momentos parece que nos cuesta sacar pecho por el hecho de que en el baile de salón de Salzburgo nueve de los 16 jugadores que utilizó Imanol Alguacil se formaron en Zubieta. Un técnico, por cierto, al que le pinchas y le sale la sangre txuri-urdin y que, como demostró antes del duelo ante el Mallorca, rompe una lanza en favor de sus chavales cada vez que tiene ocasión. “Tengo claro quiénes sujetan a la Real y son los de casa, incluido Olasagasti, que no juega pero está esperando su oportunidad y que mientras tanto lo da todo en cada entrenamiento”. Señoras y señores, para los que no lo sepan ya se lo cuento yo, encantado además: This is Real Sociedad (ya lo saben, estamos en modo muy europeo).
Pocos clubes explotan mejor el mercado que los portugueses. Además, desde hace décadas. Compran barato o hacen inversiones bastante seguras, para vender caro no, lo siguiente. Por poner un ejemplo, imagino que recordarán a qué club compró el Atlético a Joao Felix por más de 125 millones de euros. Fue al Benfica, donde todavía juega su hermano Hugo, que también apunta alto en su filial. En realidad, la academia lisboeta por antonomasia es la de nuestro apreciado Sporting, que tan buenos recuerdos nos trae por las dos eliminatorias inolvidables que disputó y perdió contra la Real. No fue hasta 2008 cuando el Benfica levantó su propia fábrica, para la que ha ido fichando técnicos y ojeadores del equipo verdiblanco, lo que le ha permitido ganarle mucho terreno. La diferencia entre ambas escuelas es muy grande. El Sporting sigue optando por mantener su propio talento, no vende a los que pueden hacer historia en sus filas, mientras que en el Benfica, que cotiza en Bolsa, no tienen ningún problema en traspasarlos en cuanto adquieren un cierto y rentable caché. Ya lo saben, nadie encuentra su camino sin haberse perdido varias veces… Que se lo pregunten a Aperribay, que sigue haciendo encaje de bolillos para mantener cada verano a todas sus estrellas.
Poco o nada que ver tiene el Benfica con el modesto Unión Berlín. O Glorioso es conocido como el Real Madrid luso por su grandeza, su potencial, sus títulos y por contar con el mayor número de aficionados en su país. De hecho, hasta hace poco era el equipo con más socios del mundo (esta semana me temo que ha perdido a 254 nuevos vascos a los que pretendía timar). No serán 9.000 como los pobres benfiquistas que en 1999 sufrieron en Balaídos la obra cumbre del Celta de Víctor Fernández, que le endosó un doloroso 7-0 en cuartos de final de la Europa League, pero es digno de destacar que la Real estará acompañada por 3.500 aficionados. El mayor desplazamiento de un equipo de la Liga esta temporada con bastante diferencia. Tampoco serán los 150.000 xeneizes que tienen previsto ocupar Río de Janeiro para apoyar a su equipo, el Boca Juniors, en la final de la Libertadores contra el Fluminense del 4 de noviembre, pero a escala Real, es impresionante que sean tantos los hinchas que arropen a los nuestros.
El mayor desplazamiento desde los 6.000 de Mánchester, que regresaron sin poder celebrar un mísero gol, y los 5.000 de la previa de Lyon, que vivieron una de las mejores noches europeas blanquiazules. Entre medias, la frustración y la impotencia por no haber podido festejar en condiciones la Copa para siempre que hubiera supuesto el mayor desembarco realista de la historia. Al margen de polémicas cuanto menos debatibles, es obligatorio acordarnos de los hinchas que se han quedado sin venir cuando tenían viajes ya organizados, porque hay pocas cosas tan emocionantes como ver otra ciudad ocupada por los nuestros con sus ganas de pasarlo bien y en el campo tiñendo el espacio que les reservan de txuri-urdin. El sueño de la Champions se traduce en noches majestuosas como estas, ante el gran Benfica de Eusebio. A pocos kilómetros del campo de Os Belenenses, donde comenzó la gran andadura del otro Eusebio, el nuestro. En ocasiones no nos damos cuenta pero, esto lo digo con el sublime sonido de un triste fado lisboeta de fondo, uno no quiere imaginar la saudade que vamos a sentir cuando pase una época tan buena. Creo que nos encontramos en pleno esplendor en la hierba y lo mejor de todo es que no lo sabemos porque pensamos que todavía podemos llegar más lejos. Ser mejores. Superarnos a nosotros mismos. Ganar.
El presidente del Unión Berlín, Dirk Zingler, ha declarado en más de una ocasión que “nuestra gente nos dice que es bueno que nunca nos hagamos más grandes de lo que somos”. Nosotros queremos ser lo más grande posible, pero sin dejar de ser la Real Sociedad. La que nos enamora y nos hace disfrutar como pensábamos que jamás lo haríamos otra vez. La que se ha convertido por juego y resultados en la sensación de esta Champions con dos actuaciones portentosas al alcance de muy pocos, cuando quien más o quien menos se conformaba con ser terceros para entrar en los cruces de la Europa League. Adaptando el lema de los aficionados alemanes a nuestra Real: Mierda, nos vamos a clasificar. ¡A por ellos!