“We go to the montaña, nous allons a la montagne, vamos a la montaña”, decía muy serio el taxista que subía a las plantaciones de hachís a la protagonista en la tronchante película Bajarse al moro (es de 1989, entiendo que muchos no tengan ni la más mínima idea de lo que estoy hablando). Los que me conocen saben de lo que hablo, porque es la típica frase que se me pegó en su día y la suelo repetir bastante. Una montaña en la que había un parque de atracciones siempre depara emociones fuertes. Si ha vivido incluso todos unos Juegos Olímpicos, su magia y su mística se multiplican. “Cuidado, entran ustedes en una zona de gloria”, debería indicar una señal en plena subida.
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