La verdad es que me hizo gracia el comentario. Un comercial y amigo de una de las tertulias a las que suelo acudir me preguntó por la nota que había puesto a un realista en el encuentro ante el Barcelona. Bueno, preguntar es mucho decir, más bien me recriminó y como es muy buena gente y, al parecer, estaba convencido de su teoría, me volvió a preguntar con mano izquierda si alguna vez me había arrepentido al día siguiente de poner alguna calificación. Imagino que mi respuesta entre risas le descolocó: “En todos los partidos”. Siempre lo he comentado, cuando ves el resumen o incluso el encuentro tranquilamente en casa te das cuenta de que se te han escapado muchos detalles. Buenos y malos. Más aún cuando el partido se ha disputado a las 21.00 horas.
Para que se hagan una idea de la forma en que trabajamos. Tras el sopapo que recibimos en el descuento después de otro baile sin beso al vigente campeón de la Liga, primero, como periodista, traté de mantenerme frío para escribir y terminar mi cometido bien. Y luego, como es normal, mientras bajaba a la zona de prensa, no tardó en aflorar mi sentimiento de aficionado y mi lógico disgusto. Este se convirtió con celeridad en indignación cuando me mandaron una imagen en la que se ve perfectamente que Koundé derriba a Oyarzabal con una patada por detrás al tobillo (no ayuda mucho para poner el grito en el cielo que el jugador no fuese nada contundente en sus declaraciones después de reclamar por activa y por pasiva en el campo que le habían hecho penalti). Rápidamente llamé al periódico para que cambiaran la crónica y la nota y el comentario del árbitro, aunque en esta ocasión el señalado era Del Cerro Grande, que se encontraba en el VAR y que algún día explicará por qué no le dio la gana de avisar a Alberola para que decretara la pertinente pena máxima. Y eso que, salvo por la ida de olla de Araujo con su entrada criminal a Aihen, al que pudo hacer mucho daño (es una pena, se sigue castigando la puntería), creo que hizo un buen arbitraje.
Me gustaría que la afición pudiese ver la cara de los periodistas locales cuando sucede un varapalo de este tipo. Se percibe el sentimiento txuri-urdin en sus rostros. Entre muchísima gente, lo normal cuando el visitante es el Barcelona, el ambiente era de funeral absoluto. Me recordó a la noche de la ida de la semifinal de Copa contra el Mirandés, cuando a pesar de haber vencido y haberse puesto en ventaja en la eliminatoria con el 2-1, el ambiente y las expresiones de los presentes eran tétricas. Bueno, salvo algún periodista venido del vecindario que era incapaz de reprimir una media sonrisa… ¡La de vueltas que da la vida!
A lo que iba. Cuando llegué a la sala de prensa ya estaba Imanol respondiendo a las preguntas en castellano. Es decir, ya había acabado de atender en euskera y a los medios oficiales y televisiones que pagan. Me dejó impresionado. Nunca le había visto así. Cariacontecido, con cara de sobrecogido y hundido y sin apenas poder articular palabra. Lo entiendo, pero me pareció excesivo. Debemos mantener los pies en la tierra. El todopoderoso Barcelona pasó por Donostia, hizo lo justo, mereció perder y acabó ganando. Punto final. No es tan grave y ha pasado muchas veces. Me vino a la cabeza cuando a algunos compañeros les pareció normal el reservado, por no decir otra cosa, planteamiento en la vuelta en Anoeta ante el Leipzig, y pocas semanas después pusieron el grito en el cielo porque el equipo fue goleado en el Bernabéu. Y yo me pregunto: ¿hay algo más habitual que acudir a Madrid y que te pinten la cara, sea de forma injusta o no, con atraco arbitral mediante o no? Pues en cualquier partido con el Barça sucede lo mismo, que por muy bien que juegues, como sucedió en este caso, estás expuesto a que suceda algo así.
Y eso que comprendo a Imanol, que incluso amagó con darle un puñetazo a la pantalla de VAR a lo Iago Aspas, cuando dice que está “cansado de que todo el mundo diga lo bien que jugamos. Ya no me vale, porque yo quiero jugar así para ganar”. Yo tuve un entrenador que entraba en el vestuario con el pecho hinchado pavoneándose de que el técnico rival le había comentado lo bien que jugábamos. Ese año perdíamos siempre, obvio.
A veces es mejor recular y ver la situación desde otra dimensión. La del visitante. Uno de los rivales me comentó en privado, de forma literal, que sufrieron mucho. “¡Cómo jugáis! Sabíamos cómo iba a ser el partido, con la presión adelantada, pero salimos con la caraja desde el primer balón que perdimos. Se vinieron arriba y su intensidad fue tremenda. Nos comieron. Pero ya sabes cómo es el fútbol, el Barcelona y el Madrid siempre van a tener al menos una”.
Todo lo sucedido me recuerda a un artículo que leí hace poco sobre el técnico brasileño Elba de Padua Lima, más conocido como Tim. Autor de la famosa frase “el fútbol es como una manta corta: si te tapás la cabeza, te destapás los pies; y si te cubrís los pies, te destapás la cabeza” (que se puede adaptar a lo que le está pasando a Imanol con los titulares y los suplentes), este sabio nacido en 1916 tenía su propia idea sobre el fútbol de ataque: “No me gusta el futbito, quiero y exijo la pelota entregada para adelante, siempre para adelante. ¿Para qué sirve el pase cortito hacia el costado o hacia atrás? No sirve para nada, solo para lucimiento personal del jugador. El fútbol ofensivo es el único que existe, es el que se juega hacia adelante. Mi primera preocupación es exigirles que jueguen para adelante. ¿Les gusta el circo? Primero matamos y después hacemos circo si quieren”.
Creo que la Real ha perfeccionado su versión de los últimos años. La obra de autor de Imanol. Sin Silva, que era de otro nivel, es un equipo mucho más agresivo y contundente en la presión y, sobre todo, más vertical cuando tiene el balón, como demostró frente a los culés y le gustaba al bueno de Tim, aunque a veces seguro que le agotarían algunas de sus habituales posesiones eternas, como las que marearon al Benfica.
Desde Lisboa nos cuentan que el resumen a lo acontecido en el tercer recital txuri-urdin consecutivo en Champions es que se llevaron una enorme sorpresa con el nivel y el juego de su desconocido visitante. Yo no me lo creo. Aceptamos que la afición sufriera un fuerte impacto por el baño que recibieron los suyos, pero, como le sucedió al Barcelona, el Benfica sabía perfectamente lo que iba a hacer la Real, pero no fue capaz de controlarlo y superarlo. Es lo que tienen los de Imanol, en Europa todos saben ya cómo juega, aunque por ahora nadie ha sido capaz de frenarle.
Me lo dijo un técnico de la casa ya en frío: “Estate tranquilo. El club no se podía traicionar a sí mismo en el mercado con fichajes muy caros. Estamos de lujo. El equipo juega de locos”. Para acabar con una impresionante sentencia motivacional: “La Real va a llegar a las semifinales de la Champions”. Ojo al dato. Paso a paso. Primero sellar la clasificación hoy mismo ante el tercer campeón europeo que pasa esta temporada por Anoeta cuando solo estamos en noviembre. Esta es la dimensión real de este equipo, pero que no se nos olvide que, para bien o para mal, los nuestros siguen siendo los txuri-urdin. Tampoco nos vengamos tan arriba. Solamente semifinales (otra vez)… ¡A por ellos!