Los dibujos en el fútbol, los famosos sistemas, no son más que numeritos orientativos sobre cómo se ordena un equipo. Luego, en la práctica, su interpretación resulta mucho más importante que la colocación de piezas propiamente dicha. Podríamos empezar este texto destacando que la Real Sociedad utilizó el martes en Vigo tres esquemas distintos para acceder a las semifinales de Copa del Rey. Nos quedaremos, sin embargo, con el modo en que el equipo empleó de inicio un 4-3-3 muy distinto al habitual esta temporada. Durante el brillante otoño, con Barrene y Kubo en estado de gracia, la txuri-urdin fue una escuadra de extremos sumamente abiertos y desequilibrantes: insistía por fuera, hacía daño junto a la cal, y al mismo tiempo se aprovechaba por dentro de semejantes amenazas. ¿Y en Balaídos? Pues contra el Celta formaron en las alas Oyarzabal y Becker, dos futbolistas de características muy diferentes.
Cuatro años después, la Real huele de nuevo una final de Copa. La última vez en que alcanzó las actuales instancias, jugaba con el mismo Oyarzabal en la izquierda y con Portu en la derecha, asemejándose el perfil del murciano al que aporta ahora el propio Becker. La primera parte txuri-urdin en Vigo, con los teóricos extremos pisando carriles interiores y amenazando la espalda de los centrales rivales, significó así una especie de guiño al título de La Cartuja, dentro de un partido muy en la línea de los que viene firmando el equipo en las últimas semanas. En cuanto a exquisitez, brillantez, precisión y clarividencia, parece evidente que los de Imanol se encuentran ahora mismo en una especie de valle futbolístico, lógico en el contexto de dientes de sierra que se da en cualquier temporada. La innegociable competitividad de los blanquiazules, sin embargo, permite que, después de alcanzarse un pico, el descenso no resulte muy acusado.
El compromiso y el trabajo de todos los futbolistas resulta clave para que el suelo de esta Real de mínimos sea tan alto. Y también aportan lo suyo las herramientas que el entrenador ofrece desde la pizarra. Los cuartos de final de Copa tuvieron fases muy distintas, comenzando por una primera mitad en la que el equipo supo interpretar muy bien el modo en que meter mano a la presión rival. Tras el descanso, mientras, el 4-4-2 en rombo que los txuri-urdin ya habían formado para presionar pareció darse también en ataque, originando de forma directa el 0-2: dejada de un delantero (Oyarzabal) al mediapunta (Brais) y carrera al espacio del otro ariete (Becker). Finalmente, con el Celta arriesgando ya para recortar distancias, no quedó otra que igualar atrás a Larsen, Aspas y Douvikas con tres centrales, un movimiento que el postrero gol local tampoco pone en cuestión.
1- EL PLAN PARA EL ARRANQUE. Imanol diseñó de inicio un 4-3-3 con el que logró burlar el modo en que presionaba el Celta, dibujando los locales un 4-4-2. Cuando Zubeldia y Le Normand movían el balón,Zubimendi quedaba libre a la espalda de los puntas gallegos. Los txuri-urdin le hacían llegar el balón saliendo por fuera con los laterales, escorando a los interiores (Merino o Brais) y combinando a través de estos con el propio Zubimendi.
2- ¿UN ROMBO PERMANENTE? La Real ya había dibujado un 4-4-2 en rombo para presionar, durante la primera parte. En la segunda, mientras, dio la sensación de que el sistema en cuestión resultó ya permanente, dándose tanto en defensa como en ataque. Como las posesiones txuri-urdin fueron menos numerosas y mucho más cortas, debido al empuje local, el cambio no llegó a apreciarse al 100%. Zakharyan entró por André Silva y se situó de interior zurdo.
3- OBLIGADOS A EMPAREJAR. Al Celta no le quedó otra que arriesgar para meterse en el partido durante su tramo final. Rafa Benítez juntó arriba a IagoAspas y a Strand Larsen con el titular Douvikas, y a la Real se vio obligada a terminar con línea de cinco para al menos emparejar a tres centrales (entró Pacheco desde el banquillo) con los puntas locales. Recortaron distancias los gallegos, pero el cuadro de Imanol pudo certificar la victoria.