Hay líderes que, para serlo, no necesitan alardes de facundia, máxime si esta deviene en verborrea. Hay líderes que saben estar y saben no estar: recoger el guante cuando se les presenta un desafío y ceder el testigo cuando creen cumplida su misión. Abundan quienes confunden el carisma de un líder con la sonrisa fingida, el abrazo impostado, el populismo barato y el éxito efímero, cuando el liderazgo que de verdad deja huella es el de la honestidad, la empatía, la discreción; pero también el de las ideas claras, la mirada larga. Iñaki Alkiza deja una profunda huella.

Tal vez por casualidad, asoman en su biografía situaciones y momentos similares en las que emerge su protagonismo. Diríase que el de Altza ejerció continuamente de puente. En el Ayuntamiento de Donostia, de la Gestora a la corporación elegida en las urnas. En la Real Sociedad, de Atotxa a Anoeta; de la exitosa tradición a la necesaria renovación. Presidió también las Juntas Generales en una época novedosa, pero a su vez de transición, representando a una coalición en la que creyó y por la que tanto peleó. Corrijo: no, tal vez no fueron casualidades, tal vez siempre hubo alguien que pensó con acierto que para esto, Iñaki.



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Iñaki Alkiza: una vida dedicada a la Real Sociedad y a Gipuzkoa

Repaso los espacios que le ofrecen los medios a su fallecimiento y observo que es la Real Sociedad la que ocupa mayoritariamente páginas y minutajes. Así debe ser, no cabe duda. Pero permítame el lector recordar –subrayar– que Iñaki Alkiza era un gran abertzale, que amaba con pasión a Euskadi y al euskera. Creo que me agradecería que lo hiciera, que lo reivindicara a los cuatro vientos. En lo personal, amén de otras muchas vivencias, quedan sobre todo para el recuerdo las llamadas que nunca me faltaron cuando el panorama pintaba sombrío. Beti arte, Iñaki. Eskerrik asko.

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