De padre gallego y madre andaluza, Rufino Quiroga nació en Sabadell (Barcelona) hace 53 años. Cuando apenas tenía siete, un portero de fútbol llamó su atención, y no precisamente el del Barça. Tampoco el del Real Madrid, ni el de ninguna otra potencia europea. Rufino se fijó en el de la Real Sociedad. «De niño, si me preguntaban de qué equipo era, yo siempre contestaba que del de Arconada«. Pasaron las temporadas. Quedaron atrás las dos Ligas. Y los títulos merengues y culés asomaron en el horizonte de Quiroga, en forma de tentaciones. Él, sin embargo, no sucumbió, y gracias a ello, gracias a que la sangre txuri-urdin sigue fluyendo por sus venas, ha vivido esta semana dos días de ensueño en Donostia. Para qué más.
Rufino Quiroga, este miércoles antes de entrar al estadio. Ruben Plaza
Rufino aterrizó en Gipuzkoa el lunes, para conocer Anoeta este miércoles con motivo del partido de la Champions League contra el Red Bull Salzburgo. El martes, a primera hora, llamó a las oficinas del estadio para pedir lo que él creía poco probable: conocer en persona al ídolo de su infancia. «Nos avisas con poco tiempo. Envía un mail al club y veremos qué se puede hacer», le contestaron. Resignado a su suerte y sin muchas esperanzas, este realzale de origen catalán paseaba luego por la tarde en la zona de El Antiguo, cuando de repente su móvil empezó a sonar. «Número privado», ponía en la pantalla. «Lo cogí igual que otras muchas personas no suelen atender estas llamadas», explica Rufino. Y menos mal que él sí le dio al botoncito verde. «Hola Rufino, soy Luis Arconada», escuchó al aparato. «No me puse a llorar porque tengo ya una edad y porque no quise que la gente me viera».
Arconada, cercano y cariñoso, le citó en un bar junto a la catedral del Buen Pastor. Y allí Quiroga pudo disfrutar de cerca de media hora de conversación con su auténtico referente futbolero. «Le dije que ya me puedo morir tranquilo. Ya he conocido a Luis Arconada». El encuentro con el mítico portero realista significó el colofón a 48 horas perfectas en tierras guipuzcoanas, donde Rufino, txuri-urdin desde la distancia, se ha empapado in situ de todo lo que significan el club, el equipo y su hinchada. «¿Pero tú cómo eres de la Real?, me pregunta mucha gente en Barcelona. Yo les contesto que ser de la Real es una pasión y también un privilegio, por el ADN que nos caracteriza. Somos una familia, y no hay mejor ejemplo al respecto que el detalle que han tenido conmigo Arconada y el propio club».
Rufino atiende a NOTICIAS DE GIPUZKOA en plena resaca posterior al 0-0 contra el Red Bull Salzburgo, un resultado que no fue el ideal pero que tampoco empaña su experiencia. «Me senté en mi localidad, en un córner próximo a la grada Zabaleta, estando todavía como en una nube después de lo que había vivido durante las horas previas. Lo miraba todo, me fijaba en todo, en todos los detalles. Pero poco a poco fui metiéndome en el partido. Con la Real ya clasificada y una alineación con rotaciones, el ambiente no era total, pero también te digo que en los últimos minutos, con el marcador sin goles, me daban ganas de pedirle a Imanol que me sacara al campo», recuerda Quiroga entre risas.
No pudo celebrar ningún gol en su bautismo en Anoeta, pero confía en hacerlo en una futura visita. Con esa esperanza, y ya de regreso en su casa de Barcelona, Rufino aprovecha la llamada para agradecer todo lo experimentado. «Quiero dar las gracias. Al club por todo lo que me han permitido vivir allí. A Luis Arconada por su complicidad y su cercanía. A la afición txuri-urdin, que me ha hecho sentir como uno más. Y a la ciudad de Donostia, donde todo el mundo me ha tratado fenomenal». Terminada la conversación, nos despedimos de Quiroga antes de que él mismo, justo antes de colgar, cierre la charla con un «aupa Real». Es uno de los nuestros.