La Real por fin ganó en Barcelona y dio un paso casi decisivo para entrar en la Champions. El equipo realista completó una buena actuación, con las ideas muy claras, para llevarse los tres puntos de un feudo en el que no había pescado nada en sus últimas 26 visitas, en una incompresible y grosera mancha negra que había sustituido a lo acontecido en la Copa del Rey durante tantas temporadas. Tenían que ser Imanol y sus pupilos los que acabaran con esta terrible y por momentos incomprensible sequía en un estadio en el que durante demasiados años ha pecado de indolencia. Lo recordaba Zamora en las horas previas, los miembros de la Generación de Oro siempre han pensado que en el Bernabéu les robaban, en el Calderón siempre decepcionaban y perdían y en el Camp Nou… Pocas explicaciones convincentes para justificar que no hay ningún estadio en el que la Real acumula tantos malos resultados. Incluso muchos de ellos siempre se excusan en que no jugaban mal. No es de recibo que durante tantos años se hayan acumulado tantas derrotas a pesar de que por allí han comparecido conjuntos realistas de mucho nivel. Lo cierto es que su entrenador no entiende de maldiciones, hace tiempo que va borrando de un plumazo cualquier atisbo de cuestiones intangibles que acaban condenando a la Real a fracasos sonoros e inesperados.
Los realistas salieron con mucha fuerza conscientes de que si se ponían por delante iban a tener muchas opciones de llevarse el gato al agua y a los cinco minutos ya se ganaba gracias a un buen gol de Merino fabricado por Sorloth. Después de sufrir, como siempre en un estadio de ese calibre, los realistas pusieron la sentencia en la segunda parte por una contra calcada al primer tanto que finalizó esta vez el noruego, resarciéndose de su terrible error en la Copa del Rey. No era fácil responder tras el gol del Villarreal en el minuto 94, una de esas dianas que revuelven todo, pero la Real sigue siendo fiable. No pierde partidos con facilidad, se mantiene viva en casi todas sus actuaciones y, sobre todo, se agarra a los partidos como si le fuera la vida en ello. Que, de hecho, le va la vida en ello. Un gol de Lewandowski alteró un poco los minutos finales, aunque el Barcelona no dispuso de más opciones para marcar el empate.
Imanol dio la sorpresa al apostar por un once inesperado que se pareció mucho al que presentó en Pamplona con Barrenetxea y Cho escoltando en las bandas a Sorloth, y Aritz y Rico en los laterales. La baja de Silva la cubrió con Illarra, que formó la medular con Merino y Zubimendi. El Barcelona abogó por una alineación reconocible, aunque mermada por las ausencias de Pedri y Gavi.
El partido no pudo comenzar mejor para los donostiarras. Sorloth, que cuajó una primera parte magnífica, arrebató un balón a Koundé, corrió y asistió a Merino, quien, solo ante Ter Stegen, marcó a pesar de su centrado disparo, que acabó colándose entre las piernas del meta. Poco después el noruego, muy motivado, estuvo muy cerca de repetir la misma jugada sin éxito. Pero esto es el Camp Nou, y a partir de ahí tocó sufrir. Un falló de Zubimendi acabó en un centro de Lewandowski, cuyo centro lo cabeceó Dembélé para que salvara un atento Remiro. El mediocentro corrigió su despiste al salvar un gol de Kessié con su portero ya batido y, poco después, cortó in extremis un centro del costamarfileño casi a puerta vacía. Dembélé, que estaba haciendo mucho daño, como de costumbre, a la zaga realista, exploró la espalda de Aritz para poner a prueba, de nuevo, a Remiro. Y Lewandowski, en una acción mal defendida por Zubeldia, remató de cabeza fuera con todo a su favor.
A partir de ese momento la Real cogió un poco de aire, y una buena jugada de Aritz acabó en un despeje de Raphinha, pero el balón muerto que dejó en el área no lo aprovechó Barrenetxea por la parada de Ter Stegen. Otra contra rápida de los realistas finalizó con una asistencia de Sorloth que Cho no pudo culminar en gol por el pie del portero a pesar de haber rematado mejor que Merino. La mejor ocasión llegó poco después en una gran asistencia de Cho a Barrene, quien, solo, intentó una vaselina que se le escapó por encima del larguero. Y así se fueron al descanso, con el duelo controlado y con muchas alternativas para la segunda parte.
En la reanudación la Real volvió a salir fuerte. Rico dispuso de su primera oportunidad en un precipitado centro-chut a servicio de Sorloth al que no le dio tiempo a llegar al área. Dembélé asustó de nuevo en un centro que no desvió Zubeldia antes de que entraran Kubo y Gorosabel para doblar la banda del lateral. El arrasatearra malgastó una ocasión clarísima tras una buena combinación ofensiva txuri-urdin y Sorloth, completamente solo en una falta botada por Kubo, perdonó la sentencia en boca de gol. Esta vez el noruego tuvo su particular revancha en una gran contra que inició Zubimendi, quien acompañó la contra para que, asistido por el japonés, sirviera un pase con música a Sorloth, quien, una vez más, le puso emoción al recortar para colocarse la pelota en su pierna buena y batir con emoción al villano Ter Stegen.
A partir de ahí, con el partido completamente abierto, De Jong disparó alto, Kubo vio cómo su remate lo desviaba un defensa y Rico se encontró con una mano espectacular de Ter Stegen. Y Marín, a pase de Merino, finalizó sin precisión una contra llevada por el navarro. En los minutos finales, Lewandowski, que estaba con ganas, recortó distancias y la Real tuvo que vivir los minutos finales con mucho más sufrimiento del esperado.
Pero se acabó. La Real de Imanol puede con todo. Acrecienta su leyenda. Esa es la principal virtud que tiene este equipo, que ha perdido el miedo por todo y se siente capaz de alcanzar todas las metas a su alcance. No entiende de maldiciones, ni de malas rachas, sale al campo, cree que va a ganar y lo bueno es que normalmente lo consigue. Por eso nos hace tan felices. Inolvidable. Una más.