Decía Imanol, en unas declaraciones a las que les han sacado mucha punta en el entorno y sobre todo los que le tienen ganas, que Óskarsson necesita madurar para ser un jugador de verdad. Y no le falta razón. El que quiso contextualizar su mensaje no obvió que en realidad le estaba elogiando y que su intención era la de aplicar su estrategia preferida basada en el palo y la zanahoria. Un elogio y un buen palo. Para que se ilusione y para que se mantenga alerta. Ya lo decía Barrenetxea, cuando ganan, llueven los gritos en el vestuario; y cuando pierden, impera la calma y la cordura para destacar solo lo bueno y obviar lo malo.
Visto el partido de Óskarsson en Pilsen, solo 24 horas después de su rueda de prensa, el técnico dio en la diana. El islandés tiene muy buena pinta, cada vez mejor, probablemente completó su actuación más completa desde que aterrizó en Donostia. Marcó un gran gol, de 9 específico, pivotó bien, intervino mucho, dejó detalles de calidad en algún taconazo y hasta pudo anotar otras dos dianas si llega a estar más atinado con la testa. Suerte que, también hay que decirlo, tampoco es que sea su fuerte.
Pero para ser un jugador de verdad, una estrella de esta Real, hay que estar concentrado los 90 minutos y no cometer errores graves. Un despiste en un cambio de banda horizontal, condenó a la Real a sufrir una contra letal que acabó con un disparo de Kalvach, que desvió con intención y destreza Vasulín para confundir a Remiro y anotar el 2-1. Era el momento de mayor dominio de la Real, que tenía contra las cuerdas al estoico rival, pero no encontró el espacio ni demostró la suficiente pegada para llevarse los tres puntos.
No, no estamos cargando las tintas contra Óskarsson, que este jueves nos ha dejado clarísimo que habemus 9 y probablemente por mucho tiempo. Pero, para ser justos, si el vikingo necesita progresar para ser un jugador de verdad, a esta Real, que perdió un nuevo partido ante un adversario en teoría inferior, tampoco se le puede considerar aún como un equipo de verdad.
El técnico reconoció que no podían repetir los últimos 20 minutos ante el Sevilla, cuando estuvieron a punto de llevarse un disgusto por sus errores. Que no podían hacer concesiones a un enemigo como el de ayer, que las suele explotar de maravilla, y que en ventaja multiplica su potencial y peligrosidad. Pero dos regalos impropios de este nivel le condenaron a la derrota. El malestar y la perplejidad de los cerca de mil aficionados que estaban en la grada era patente en la salida. Otro partido que se escapa sin entender muy bien por qué y cómo es posible. Y ahora ya no margen de error… Es lo que hay.
Viktoria Plzen-Real: las notas de Mikel Recalde
Mikel Recalde
El aviso de Imanol
Imanol había avisado de varias cosas de forma muy clara la víspera. La primera, que la dificultad del rival y del partido exigía apostar por el once tipo. No se esperaban rotaciones. Era un encuentro complicado y exigente, y lo lógico para intentar sacarlo adelante es que jugase la unidad A. La pizarra de alineaciones no tardó en ratificarlo, con un solo cambio respecto al equipo que se impuso con solvencia en Sevilla. Brais dejó su puesto a Óskarsson, lo que motivó que Sergio Gómez ejerciera el poder de su comodín en la medular, jugando de 8.
La segunda, que había que defender muy bien para no regalar nada, porque se podía pagar muy caro. Y, desgraciadamente, a las primeras de cambio, en el acercamiento inicial de los checos a los dominios del área realista, se pusieron por delante gracias a errores en cadena de los realistas. Un pase de Oyarzabal a Kubo se quedó corto, cuando el japonés quizá debió ir más hacia la pelota, Aramburu no ganó un duelo, otra consigna que señaló el de Orio que podía ser clave en la contienda, Sergio no cerró lo suficientemente rápido y, por último, Remiro se tragó de forma flagrante el disparo esquinado y no demasiado colocado ni fuerte de Prince Adu.
La tercera clave de Imanol, en ventaja, la dificultad se iba a multiplicar ante un adversario agresivo en la presión para después replegarse y encerrarse sin pudor ni disimulo en su área con sus diez hombres en una franja de diez metros como mucho.
Una pena, porque la Real no había arrancado mal el encuentro. A los dos minutos, una gran conducción de Javi López, versión Alavés, no fue rematada por Óskarsson, que no acabó de creer que le iba a caer ese balón que le pusieron donde pidió y, en lugar de rematar, lo despejó sin querer. Poco después, un gran servicio de Oyarzabal no lo pudo finalizar Kubo y otro servicio del capitán tampoco fue rematado por un Sucic que completó una magnífica primera parte luciendo con continuidad su zurda de porcelana.
Lamentablemente, el guion cambió por completo a los 12 minutos con la citada diana del Viktoria. A partir de ese momento los checos se cerraron aún más y comenzó un dominio absoluto de la Real, tanto posicional como en la posesión. Zubimendi, en una de esas aventuras en el área adversaria que tanto frecuenta últimamente, no pudo culminar con un buen disparo su buena maniobra de protección. Pasada la media hora, tras otro susto a disparo de Cerv, llegó la acción del empate en una gran acción de Oyarzabal por la izquierda que se fabricó gracias a varios amagos un centro con música que, ¡milagro!, cruzó a la red Óskarsson. Un gol de 9 puro. Gracias Dios. Bien el islandés, que se colocó donde tenía que estar, esperó con paciencia y cruzó a la red con la testa.
Casi a continuación, Oyarzabal probó suerte de falta lejana y el apurado despeje del meta local se lo encontró en plena carrera Aguerd, pero sin poder dirigir su remate. El capitán no pudo pinchar un pase sublime de Zubeldia desde la retaguardia. Ya en el descuento, un Kubo muy poco brillante ni inspirado y siempre bien vigilado, no pudo sacar petróleo de otro balón extraordinario de Sucic.
En la reanudación, el Viktoria salió algo más animado y un fuerte chut de Sulc lo detuvo con apuros Remiro. Solo tres minutos después, Sucic condujo con maestría una contra que culminó Oyarzabal con un fuerte disparo que salvó en dos tiempos Jedlicka.
Imanol no esperó más viendo la pobre actuación de Kubo y a la hora, y teniendo en cuenta que el Barcelona se encuentra a la vuelta de la esquina, decidió sustituirlo por Becker para intentar explorar los espacios que estaban encontrando en las rápidas contras tras recuperación.
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Martin Divisek / Efe
Óskarsson dejó un gran taconazo a Oyarzabal, cuyo remate con la derecha no encontró portería, y en el 76’, un buen pase de Brais a Becker, y el centro de este, no lo pudo dirigir con la testa el islandés. El gallego probó suerte desde lejos, pero respondió seguro el meta.
En los últimos cinco minutos la Real se lanzó a tumba abierta hacia el ataque, dispuso de varios momentos para ejecutar a un rival que parecía pedir socorro con el agua al cuello, pero que sabía muy bien lo que estaba haciendo. Como tantos otros equipos que saben lo que puede pasar cuando consiguen aguantar la embestida txuri-urdin. Óskarsson falló su pase horizontal y la contra acabó en tragedia. Porque el 2-1 es dramático se mire por donde se mire. En la jugada siguiente, Óskarsson no pudo dirigir hacia portería su cabezazo y Oyarzabal no reaccionó a tiempo para lograr el empate.
Se acabó. La Real se ha metido en un lío bastante gordo después de perder dos encuentros en Europa que nunca debió dejar escapar. Imanol suele achacar esa falta de fiabilidad a pecados de juventud. Incluso muchas veces ha aludido a que se le caen puntos por detalles. Pero lo de Pilsen no han sido simples detalles. Ha sido mucho más y mucho peor. No se puede competir en Europa regalando goles y partidos. Así no es que haya que esperar dos años para disfrutar de la mejor versión de este equipo, es que resulta imposible soñar en grande y creer que se puede hacer algo importante en una competición que el propio club se había marcado como uno de los grandes objetivos para esta temporada. Así va a ser imposible. Abonados a una de cal y otra de arena. Así no funciona jamás un equipo de verdad…