Más allá de la frustración que nos generó lo incontrolable, dolió mucho la derrota, también en lo estrictamente deportivo. Sí, enfrente estaba todo un Atlético de Madrid. Sí, el partido se jugaba en el fortín del Metropolitano. Pero el cronómetro marcaba el minuto 85 y el 1-2 parecía más cercano que ese maldito 2-1 a la postre convertido por Griezmann. Sosa y poco acertada con balón, la Real Sociedad se había quedado más que a medias durante una primera parte para olvidar. Chisposos y con otro ritmo después, los de Imanol reaccionaron para merecer el empate y acercarse al triunfo. Qué pena.
Pocas sorpresas con el planteamiento colchonero. Algún amago inicial de presión alta que los nuestros burlaron con eficacia. Repliegue posterior ofreciendo salida por fuera y yendo luego a banda a apretar con Llorente o De Paul, corrigiendo detrás el central de ese costado a por Merino o Brais. Y frente de ataque de tres futbolistas (o cinco si subían los carrileros) sumándose el propio Llorente a la ecuación ya de por sí peligrosa que formulaban Griezmann y Morata. Los pases poco tensos de Zubeldia y Le Normand a Traoré y Aihen no significaron el comienzo de nada. Y la profundidad del interior madrileño, mientras, sí amenazó con agredir a una escuadra txuri-urdin que igualaba numéricamente metiendo atrás a Zubimendi. Sufrieron los blanquiazules cuando les tocó correr hacia Remiro. Sufrieron igualmente cuando el pivote donostiarra ocupaba su zona natural y se dibujaba en la línea defensiva una inferioridad de cuatro contra cinco: Traoré salió en la foto del gol, pero el desajuste resultó previo y pareció nacer en la parcela central.
Imanol achacó la evidente mejoría posterior a una cuestión de atrevimiento. Él sabe mejor que nadie por qué al equipo le cambió así la cara tras el descanso. Lo que se apreció desde fuera habla, más bien, de una mayor agresividad ofensiva durante la segunda mitad, circunstancia determinada por circulaciones de balón más veloces y por envíos siempre intencionados, bien tocados, con la portería de Oblak como objetivo final. Los laterales, lejos de atraer a sus teóricas marcas, entregaron rápido el esférico y doblaron. Kubo y sobre todo Barrene, desconocidos antes, comenzaron a divertirse, viendo también que Lino y Molina llegaban más tarde a la presión. Y los hombres interiores arrancaron a disfrutar recibiendo los servicios fuera-dentro de los extremos. Salió cruz como pudo salir cara, pero la Real vino a decir, mediante 45 minutos notables, que sus actuaciones previas contra Real Madrid, Inter y Salzburgo, los otros tres rivales Champions del curso hasta la fecha, no habían respondido a la casualidad. A partir del día 21, más y seguro que mejor.