No le hacía falta, pero, una vez más, y cuando todos los focos estaban puestos sobre él, Mikel Oyarzabal volvió a demostrar que es un ganador nato. Un futbolista con un carácter, una personalidad y una competitividad únicas. De los que sale uno en décadas en un prolífico vivero como el txuri-urdin. A cuestas con su supuesto mal estado de forma en el arranque de este curso y con el cansino debate sobre la posición en la que debe jugar cuando es capaz de cumplir y brillar en todas, el canterano demostró en la selección española que ya estaba a un paso de recuperar su demoledora velocidad de crucero que le permite alcanzar una regularidad y una fiabilidad encomiables.
De nuevo Imanol demostró que no se le caen los anillos a la hora de recular y calcar la apuesta que le salió redonda a Luis de la Fuente ante Serbia de colocar en la banda derecha al capitán realista. Una posición que parecía desterrada en su trayectoria, porque muchos consideraban que había perdido velocidad y desequilibrante para actuar pegado a la cal y que cuando lo hacía a banda cambiada, siempre para algunos, se le veían las costuras.
Se defiende solo
Mikel no necesita que le defienda nadie. Cuando alguno sienta que le arrastra el lado oscuro y percibe la tentación de criticarle, siempre estará a tiempo de consultar sus números antes de enjuiciarle.
Los números nunca engañan. Menos aún cuando se trata de goles. Con el sábado en Girona, que dio los tres puntos a su equipo, son ya 98 las dianas repartidas en diez temporadas seguidas viendo puerta con el primer equipo txuri-urdin. En seis de ellas se quedó entre 15 y 13 tantos. El curso anterior sus 14 goles salvaron a su equipo del drama que sufrió con su triángulo de las pesadillas de sus tres delanteros centros que no atinaban ni de casualidad para guiarle hasta la clasificación para la Europa League por quinto año consecutivo. Un hito jamás logrado en la historia de su querida Real, ni por su generación de oro.
Comienza la remontada
No son pocos los que consideran que la confirmación de la recuperación y el inicio de la remontada llegaría cuando Oyarzabal recuperase el olfato goleador. Y ojo, que la cuestión no es baladí, porque quizá algo muy bueno está por venir. El año pasado, desde su estreno realizador, el 24 de septiembre, hasta el 11 de noviembre, es decir en mes y medio, consiguió nueve tantos.
A sus 27 años, el 10 lleva ya un total de 98 dianas con la txuri-urdin. Y subiendo. Ya tiene a su alcance a Uralde (100), a Paco Bienzobas, el primer pichichi de la Liga, y Darko Kovacevic (107); el célebre y añorado Sebastián Ontoria (114); Cholín (127); López Ufarte (129); y un aparentemente inalcanzable Jesús Mari Satrústegui (162).
Buenos fichajes y los que nunca fallan
Mientras la leyenda de Oyarzabal continúa y se acrecienta, con todo lo que bueno que parece que está aún por venir, lo cierto es que una de las claves con las que se podía justificar el mal comienzo del equipo esta temporada era por el discreto rendimiento precisamente de los más fiables. Los Zubimendi, Zubeldia, Brais, Barrenetxea, Oyarzabal… Pocos han discutido la buena pinta y el valor de los cinco fichajes. Sergio Gómez está deslumbrando, Aguerd es un seguro de vida, Sucic cada día convence más, Óskarsson continúa apuntando alto y Javi López, aunque nadie discuta sus opciones físicas, todavía tiene que dar un paso adelante.
No es casualidad que Brais cumpliera los 100 partidos en Girona y que Zubimendi vaya a alcanzar los 200 en Belgrado ante el Maccabi de Tel Aviv. Registros que, como los de Oyarzabal, revelan que se trata de la guardia pretoriana de Imanol. Los que nunca le fallan. Y llamaba mucho la atención y parecía poco comprensible la marcha de Robin Le Normand y de Mikel Merino, dos miembros destacados de los soldados de máximas confianzas. Está claro que, después de un verano en el que los internacionales han consumido mucha energía con sus selecciones y no han podido completar una pretemporada convincente, más que los fichajes, los que han tenido que adaptarse al nuevo libro mientras afinaban su puesta a punto, han sido los que siempre. Los que nunca fallan…