La Real Sociedad perdió este jueves contra el Anderlecht, en partido correspondiente a la segunda jornada de la Europa League. El encuentro se vio marcado por los incidentes que protagonizaron en la grada los ultras del equipo belga, pero tampoco en lo futbolístico resultó positivo para el equipo txuri-urdin. La derrota dolió, y el juego desplegado por los de Imanol Alguacil no fue el mejor, al atragantarse durante la primera mitad el sistema 3-5-2 por el que apostó el técnico oriotarra.
Imagen de pizarra con las alineaciones y los dibujos de ambos equipos, un 3-5-2 por parte de la Real y un 4-2-3-1 por parte del Anderlecht.
El preparador blanquiazul trabajó el partido pensando muy posiblemente en encarar a un Anderlecht que esperara formando un 4-4-2 defensivo. Así venía desempeñándose el cuadro belga, mediante la subida del mediapunta Stroeykens a la primera línea de presión para apretar en paralelo con el delantero centro. Ante el mencionado dibujo, actuar con tres centrales dotaba a la Real de superioridad numérica en el inicio de las jugadas y podía permitir a Aritz y Pacheco, centrales de los costados, encontrar dentro a Turrientes, Marín y Brais, también en supuesta superioridad numérica frente al doble pivote visitante.
El Anderlecht defendiendo en 4-4-2 al Ferencvaros y viendo cómo los húngaros encontraban a sus hombres interiores.
Atasco en ataque
Sin embargo, el balón echó a rodar y la Real se encontró con una situación muy diferente. El técnico del Anderlecht, David Hubert, dotó a los suyos de un matiz más conservador y dejó al citado Stroeykens anclado con Turrientes, para posibilitar una igualdad numérica en el centro del campo. Los belgas quisieron tapar el carril central, objetivo que lograron también mediante la ubicación en defensa de sus extremos, pisando ambos carriles interiores y olvidándose de la banda.
El 4-4-1-1 en defensa del Anderlecht, con Stroeykens fijo con Turrientes y el delantero Vázquez a cargo de los tres centrales.
Así, la Real no pudo emplear la vía interior para avanzar, y tuvo que recurrir casi en exclusiva a otra de las herramientas que Imanol entregó a los suyos para intentar hacer daño al rival. Este segundo camino consistía en avanzar por fuera con Aritz o Pacheco y lanzar una diagonal para que el interior del lado opuesto (Marín o Brais) rompieran en profundidad entre central y lateral belga. Sobre el papel, aquí Odriozola y Aihen debían atraer la marca de dicho lateral para ensanchar la zaga del Anderlecht, pero los dos carrileros visitantes, Foket y Ndiaye, no picaron. Siempre dieron prioridad a tapar ese carril central, antes que a salir a banda a por Odriozola o Aihen.
Pacheco avanza por la izquierda, Stroeykens deja a Turrientes para incomodarle y Suárez pierde altura para encargarse del beasaindarra, con lo que el Anderlecht sigue taponando el juego interior. En la zaga belga, mientras, el lateral izquierdo Ndiaye hace caso omiso de la subida de Odriozola, vigila la diagonal hacia Brais y se mantiene cerca del central zurdo (emparejado con un Sadiq que alterna ofrecimiento corto y largo con Óskarsson). El gallego debía desmarcarse por el intervalo entre Sadiq y Odriozola (raya azul), pero el rival parece tener bien controlado este movimiento.
La presión
Incómoda en ataque, la Real consiguió adelantarse pronto gracias a un robo alto de Sadiq, quien aprovechó la estructura de emparejamientos al hombre diseñada por Imanol. El 3-5-2 del oriotarra se adaptaba como un guante el 4-2-3-1 belga y permitía apretar a pares con persecuciones por todo el campo.
La Real salta a apretar al hombre al Anderlecht, con los tres centrocampistas txuri-urdin emparejados con los tres medios belgas. Obsérvese la posición del mediapunta Stroeykens, bastante baja durante los primeros minutos…
Aunque podía intuir esta forma txuri-urdin de presionar una vez conoció la alineación, el entrenador del Anderlecht habría preparado previamente el partido pensando en tener enfrente un 4-4-2 en rombo, en las fases de bloque alto realista. El caso es que, con el paso de los minutos, los belgas fueron dotando de dinamismo a sus piezas para plantear mayores problemas al entramado blanquiazul. El 1-1, por ejemplo, nació de una acción que la Real no apretó según lo estipulado. Turrientes tardó en saltar a por el pivote Leoni, y Stroeykens se escoró a ese mismo sector derecho esquivando la vigilancia de Brais y Marín. Tuvo que saltar a por él Jon Martín, y por ahí comenzó a cocinarse el desajuste. Además los belgas, todo hay que decirlo, lograron salir de esta situación mostrando una notable precisión técnica.
Desajuste de la Real previo a encajar el 1-1. Coincidió de lleno en el tiempo con los incidentes de la grada, que tampoco pueden disociarse alegremente de lo que sucedía sobre el terreno de juego. Pudieron tener su influencia en lo sucedido en el verde.
La falta que propició el 1-2, mientras, se generó desde un nuevo reinicio del Anderlecht desde su portero. En esta ocasión, el delantero Vázquez cayó al sector derecho para fijar allí a Aritz, llevar a Odriozola a encargarse del extremo izquierdo Degreef y dejar a priori libre al lateral Ndiaye, a quien tenía que vigilar así un escorado Brais pese a no ser esa su marca. El meta Cossemans jugó en largo a esta zona, en la que los belgas tenían superioridad, y la ación terminó con un gol a la postre definitivo.
El punta Vázquez fija a Aritz. Odriozola debe encargarse así de Degreef, marca del beasaindarra. Ndiaye queda libre de este modo, teniendo que vigilarle Brais. En la media, los tres centrocampistas visitantes tienen superioridad ante Turrientes y Marín.
La Real modificó el esquema durante el descanso, pasando a un 4-3-3 ofensivo que a la hora de presionar se transformaba en el habitual 4-4-2 (rombo). El cambio sentó muy bien de inicio a los txuri-urdin, tanto en ataque como en defensa, pero sus efectos fueron diluyéndose poco a poco. En cuanto el Anderlecht renunció a su 4-4-1-1 sin balón para esperar mediante un 4-4-2 estrecho, logró controlar mejor a los de Imanol. Y cuando en los últimos minutos el equipo local pecó de precipitación, los belgas lograron además amenazar al contragolpe, estando muy cerca de sentenciar con un tercer gol.