El estadio Da Luz asistió el martes a una especie de entrega de poderes. No creo equivocarme si sostengo aquí que el Benfica fue, durante el otoño de 2022, el mejor equipo de toda la Champions League en su fase de grupos. Tampoco creo equivocarme si afirmo ahora que, transcurridas tres jornadas, la Real Sociedad puede presumir este curso de semejante honor. Sí, llegará luego el invierno y después la primavera, esa en la que los partidos europeos empiezan de día y las eliminatorias desprenden ya olor a orejona. Si el cuadro txuri-urdin se termina clasificando, le costará entonces mucho más de lo que le está costando en la liguilla, porque a los Real Madrid, Manchester City, Bayern y compañía se les afilan los dientes en las rondas del todo o nada. Pero que nos quiten lo bailao. El conjunto de Imanol lleva ya un mes gritando por el continente, a los cuatro vientos además, que justo al sur de los Pirineos hay un club en el que se están haciendo muy bien las cosas, en los despachos y sobre el verde.
Aquí vamos a centrarnos en esto último, en lo táctico, y en la segunda salida europea consecutiva que ve a la Real lograr lo más difícil en esto del fútbol: trasladar con acierto la teoría de la pizarra a la práctica del campo, encima contra grandes rivales. La receta de la victoria blanquiazul en Lisboa tuvo, en líneas muy generales, dos ingredientes clave. Para empezar, una presión novedosa, ajustada al juego del Benfica y, sobre todo, muy efectiva. Imanol apostó por lanzar a Take a por Otamendi en las fases de bloque alto, corrigiendo en banda Brais y no Traoré. La ubicación del gallego tuvo su lógica, porque el míster diseñó en defensa una especie de 4-4-2 con rombo cuyos interiores (Barrene y el propio Brais) debían bascular para apretar al pivote local del lado débil. Como los lisboetas salían en mayor medida por izquierda (con el lateral Jurasek) que por derecha (con Bah), entre el de Mos, un agresivo Merino y el propio Kubo no pararon de robar esféricos peligrosos que debieron traducirse en algo más: en goles o en ocasiones más claras aún.
¿Y con balón qué? Pues con balón conocimos el segundo gran ingrediente para cocinar la victoria, una muy buena interpretación de dónde podían estar los espacios. El equipo jugó muy ancho y bastante largo con el objetivo de abrir en canal el 4-4-2 que venía empleando el Benfica en defensa, y gracias a ello se hartó a enganchar por dentro en la primera mitad: Merino y Brais caían a menudo fuera, arrastraban a su pivote y el otro interior quedaba libre para conectar a través de él con el extremo de la banda opuesta. El rival tuvo que cambiar a 4-3-3 en el descanso para tapar mejor esos pasillos, pero desguarneció así sus bandas, la Real supo verlo e inició junto a la cal la acción del gol.
UN ROMBO PARA APRETAR (4-4-2). La Real empezó a decantar el juego de su lado mediante un mecanismo de presión que implicaba situar a Kubo en primera línea junto a Oyarzabal, apretando el nipón a Otamendi. Corregía en banda derecha Brais (y no Traoré), en el vértice diestro de una especie de rombo. La basculación del interior del lado débil (Barrene en la imagen) permitía igualar el 4-2-3-1 del Benfica en su parcela interior (pivotes y mediapunta).
EL LIBRE ESTÁ DENTRO… El Benfica se empleó en defensa con un 4-4-2 en el que Rafa y Musa (primera línea) se turnaban la vigilancia a Zubimendi. Ante esto, la Real supo aprovechar la teórica superioridad numérica dentro de su 4-3-3 ensanchando una barbaridad el equipo, con mucha distancia entre futbolistas. El propio Rafa no llega a Zubimendi (imagen), Neves salta al pivote realista y los de Imanol juegan con Merino (solo) activándole como tercer hombre.
… Y EL LIBRE ESTÁ FUERA. Variaron los locales a 4-3-3 en el descanso, con el claro objetivo de taponar el juego interior de la Real. Los txuri-urdin, que ya habían probado en el inicio escorando a sus interiores (Brais-Merino), sacaron mucho partido a esta opción en la segunda mitad. La imagen (nacimiento del gol) muestra a Aursnes preocupado por Zubimendi y a Brais solo a la espalda de Neres, para cambiar luego hacia Barrene vía Merino.