Lo comentábamos la víspera. O cuando sea, porque en realidad no importa cuando haya alguien que dude de él y parezca retarle. Oyarzabal se defiende solo y siempre sale vencedor de todas las batallas que se le presentan. Así ha sido siempre su carrera. Es una simple cuestión de tiempo que limpie su nombre cuando algunos, osados ellos, se empeñan en mancillarlo acusándole de limitaciones defectuosas que nunca son lo que parecen ser. Porque Mikel siempre vuelve. Nadie ponía en jaque a tenistas excelsos como Federer o Djokovic, pero sí lo hacían muchas veces con Nadal. Que si era muy conservador, que si no tenía tanta clase, que si… Un verdadero campeón cuya gran virtud es que atesoraba un carácter indomable que le convierten en un ganador nato. Como nuestra bestia. Y no deja de ser curioso que este sábado por fin cayera a la banda, como muchos venían reclamando (imaginamos que los mismos que hace poco incidían en que después de la lesión ya no podía actuar cerca de la cal), pero logró su primera diana, nada menos que un gol partita, en una acción de 9. Con una conducción y una buena apertura previa a su amigo Barrenetxea, que luego le sirvió un centro perfecto para que anotara de un cabezazo casi dentro del área pequeña. Una estrella capaz de jugar donde sea.
La ratificación de la mejoría de esta Real probablemente la iba a marcar la recuperación total de Oyarzabal. El día que viese puerta de nuevo el escenario estaba llamado a ser completamente diferente. Por un mañana mejor. Y la realidad es que no solo marcó, además protagonizó una actuación magnífica, confirmando que su estancia en la selección le había venido de perlas para ratificar su progresión después de un discreto comienzo de temporada.
Girona-Real: las notas de Mikel Recalde
Mikel Recalde
Era un día marcado en el calendario para convertirlo en otro verdadero punto de inflexión para creer de verdad en este proyecto. Un paso más para acercarse a los puestos que en teoría le corresponden por inversión y talento. En casa de un todo un rival de Champions, angustiado por las lesiones. Lo cierto es que la Real completó un buen encuentro, con sus matices por las ocasiones falladas y por su última media hora, en la que prefirió anestesiar el duelo en lugar de lanzarse a por un segundo tanto que hubiera supuesto la sentencia con el peligro que ello implica al poder empatarte en cualquier acción puntual. El equipo aguantó bien, con susto morrocotudo de Remiro, y los tres puntos se fueron a Donostia.
Once reconocible
Imanol se decidió por un once reconocible, bastante esperado con alguna salvedad, y muy ofensivo. Pese a no haber entrenado casi, Aramburu compartió zaga con Zubeldia, Aguerd y Sergio Gómez. Zubimendi, Brais y Sucic formaron en la medular. Y arriba, Oyarzabal, Óskarsson y Barrenetxea. El técnico siempre ha sido muy inteligente y ha acreditado la suficiente personalidad para recular y apostar por opciones que han funcionado en las selecciones. Bien por él.
La verdad es que no se hubiera entendido que el islandés no jugara después de su buena actuación frente a Turquía. Solo tres cambios respecto al equipo que empató con el Atlético con la suplencia de Kubo como la nota más inesperada. Aunque sin exageraciones, porque en cada encuentro tiene que haber algún jugador que descanse, sobre todo cuando viene lo que viene a la vuelta de la esquina.…
Míchel tuvo que improvisar bastante al contar con ocho bajas. El Girona está descubriendo el precio que hay que pagar por competir cada tres días. El martes se juegan su supervivencia en la Champions en la visita del Slovan Bratislava. El vallecano se decidió además por un cambio de esquema con tres centrales.
El partido fue uno de las mayores ejemplos de cómo funciona el fútbol hoy en día. Más en la Bundesliga y en otros campeonatos que en la Liga, pero Girona y Real son los equipos que más se sustentan en una feroz y asfixiante presión en campo rival. La consecuencia es que no hay tiempo para pensar. El que duda se queda sin balón. Unos arriesgan mucho y los otros lo dan todo para hacerse con la pelota.
El Girona arrancó muy fuerte e hizo mucho daño a los realistas, que parecieron superados. Pese a todo, en el minuto 8, en una gran combinación txuri-urdin, Sergio Gómez puso un centro perfecto a Óskarsson, y este, con todo a favor, pero a botepronto, no encontró portería. Danjuma fue el local más peligroso al crearle muchos problemas a Aramburu. Le dejó atrás en varias ocasiones, algo que es noticia, pero o no encontró rematador o se topó con Remiro. Cerca de la media hora, un gran centro con el exterior de Barrenetxea, a quien siempre se le vio a gusto y metido, no lo pudo enganchar bien Oyarzabal con la zurda y el esférico se marchó fuera. El propio capitán cabeceó un córner, pero detuvo el meta local.
Con la Real ya dominando con claridad, Sucic recuperó un buen balón y Brais dejó solo a Óskarsson, quien, con todo a favor, pero presionado y mermado por un agarrón, disparó fuera con todo en una posición inmejorable.
Tras un pequeño susto en una media vuelta de Diego López, la Real volvió a la carga. Oyarzabal avisó de nuevo con un chut demasiado centrado, pero al borde del descanso, en una acción con Sucic, el eibartarra condujo bien hacia la derecha antes de abrir a Barrenetxea, que le puso un centro con música para lograr el gol gracias a un certero cabezazo del que nunca hace nada. Él mismo fue quien, segundos después, le sirvió en bandeja el segundo a Sucic tras una brillante carrera, pero este, en una situación privilegiada para su zurda, se llenó de balón y lo envió a la grada.
En la reanudación, Brais probó suerte en una falta antes de que los realistas optaran por dormir y calmar el duelo a pesar de que parecían en una situación óptima para dar la puntilla a unos locales que vendieron cara su derrota hasta el final, sobre todo en una buena opción de Danjuma.
📸 Las mejores jugadas del Girona-Real
David Borrat
La Real ganó por fin el partido que tenía que ganar. No hay mejor resumen para lo vivido en Girona. Y encima lo hizo con una notable mejoría coral y con el esperado puñetazo en la mesa de su capitán. Los afectados ya lo saben, a copiar 100 veces en la pizarra: “No volveré a dudar de Oyarzabal”.