Tengo un amigo que acabó una noche de juerga en Madrid intentando llevarse a casa un póster impresionante de tamaño natural de Maribel Verdú anunciando ropa interior en una marquesina de autobús. Por mucho empeño poco cabal que le pusiera, su esfuerzo resultó baldío y acabó en un sonado fracaso. Hace unos días recordábamos tronchados de risa la anécdota al comprobar que la ciudad estaba invadida de anuncios de una espléndida Jenifer López también en paños menores a sus 53 años. Al menos, para que no perdiera la cabeza, conseguimos que no fuera al BEC al concierto de Sabrina…
En el fútbol, como en la vida, es importante conocer nuestras limitaciones y valorar el mérito de los que luchan contra gigantes abusones de otro nivel. No pasa nada por aceptar que vas a acabar una noche de fiesta durmiendo más solo que la una y que no se te aparezca ni en sueños tu anhelada Maribel.
El Madrid siempre ha vivido en otra dimensión que la Real, por eso nos enorgullece tanto que los nuestros sean capaces tantas veces de plantarles cara. Sobre todo en Donostia y, hasta en algunas ocasiones, pocas, como es normal, hasta incluso le tosemos de cerca en la Liga. No por eso nos venimos arriba y no lo consideramos ni un derbi ni un clásico ni nada que se le parezca. Solo es un poderoso abusón al que siempre queremos vencer al más puro estilo Le Tissier. Porque en la aldea de los irreductibles siempre pensamos de antemano que somos capaces de derrotar al que se nos cruce en el camino, más aún bajo con el influjo de una afición entregada e identificada con este proyecto que promete el ambiente de las grandes ocasiones a pesar de un horario impresentable e irrespetuoso con el hincha de a pie. Terrible para los del resto de Gipuzkoa y demás territorios colindantes.
Tengo otro amigo que me insiste en que es una vergüenza que no me manifieste sobre el caso Negreira. Llegados a este punto y sin tener toda la información necesaria al no ser una guerra que nos incumbe demasiado, el tema está bastante claro. No se pagan millonadas por unos meros informes arbitrales que se pueden conseguir por muy pocos euros. Y eso que son catalanes… La actuación del Barça es éticamente reprobable y condenable, pero como es casi imposible que demuestren que un colegiado ha beneficiado deliberadamente con sus decisiones en un partido a los azulgrana (aquí un futbolista admitió en una conversación grabada y publicada en los medios que habían cobrado por dejarse ganar un partido y no pasó nada, así que… Por cierto, uno de sus compañeros en aquel encuentro es el actual presidente de la Federación, con eso queda todo dicho), me temo que no pasará nada. Por lo tanto, desgraciadamente porque el mero hecho de hacer funambulismo al abonar facturas desorbitadas al vicepresidente del Comité Arbitral ya debería ser motivo de sanción, sospecho que, estando uno de los colosos en llamas de por medio, todo se va a quedar en agua de borrajas y papeles mojados. A pesar de que los medios de la caverna blanca intensifiquen su campaña con titulares grandilocuentes como que la UEFA no tardará en tomar cartas en el asunto y que piensa dejar fuera de Europa al Barça. Más quisieran. La única certeza la tenemos muy cerca, no veo a nadie en Zubieta frotándose las manos porque la quinta plaza también daría acceso a la Champions en caso de que le denegaran la invitación para participar en las competiciones.
Insisto, a este nivel de exigencia e inversiones de capital millonarios, hay que ser como la mujer del César. No basta con ser honesto, también tienes que parecerlo. Y Laporta y sus explicaciones se quedaron a año luz de conseguirlo (de traca cómo buscó eludir el quid de la cuestión con un ataque frontal al Madrid por ser el club del régimen y cómo entraron los enemigos; de primero de parvulario).
Algunos colegas cercanos, madridistas por supuesto, no dudan en relacionar el atraco de González González en la semifinal de Copa en el Camp Nou en 2014 con el caso Negreira. Sin disculpar en ningún momento al Barça, que cada vez resulta más odioso, yo les respondo a ver si me pueden explicar por qué el mismo trencilla perpetró el mayor robo que yo he visto a mi Real en el Bernabéu un par de años después con tres penaltis no pitados a favor, dos inventados en contra y el delantero centro canterano, su hombre del momento, lisiado de por vida por una entrada de Keylor Navas. Esto lo incluimos también en la carpeta Negreira o simplemente aceptamos de una vez que los dos gigantes hacen y deshacen a su gusto y, bajo su paraguas, los trencillas machacan y deciden muchos partidos que les enfrentan a los pobres terrenales.
Me decía otro amigo, este muy merengón, que para muchos es muy duro que este escándalo se haya destapado con el Barcelona en lugar de con el Madrid, lo que seguro que nos hubiera provocado ser mucho menos indulgentes. Y puede que tenga un poco de razón. Pero qué nos va a contar el Madrid, si para mí siempre ha sido como el coco que asusta a los niños. Me estrené en el Bernabéu con 10 años y la ilusión por bandera, la Real cayó 1-0 con un penalti inventado en un piscinazo de Butragueño ante Larrañaga. Nos birlaron la liga de la imbatibilidad con un arbitraje imposible de ser considerado como normal por varias decisiones surrealistas. La más evidente pitar una falta en contra a Satrústegui cuando encaraba solo la meta local y Benito, sin opción, le agarró por detrás para acabar cayendo los dos al suelo (Gorriz me contó que no quedó una puerta sin romper de la impotencia camino de los vestuarios). Luego llegó el penalti por una mano fuera del área de Gajate. En ese mismo curso se demostró que pagaron prima al Betis por puntuar en Atotxa (el Comité de Competición sancionó al Real Madrid con 2.600.000 pesetas por primar a terceros al recibir cada jugador 75.000 pesetas) y los sevillistas no tienen ningún problema en contar lo que les pagó el club blanco por derrotarles en la penúltima jornada: “4.500.000 pesetas, repartidas por Bertoni, antes de marcharse a Italia, a razón de 300.000 pesetas para cada uno de los quince jugadores convocados, los once titulares y los cuatro suplentes. Luego cada premiado apartó 10.000 pesetas para el masajista y el utillero, que salieron a 75.000 pesetas por cabeza”. Yiyi, delantero de ese equipo contó en su día que lo recogieron de “casa de Bertoni. El dinero lo tenía él, estaba todo preparadito, en papel de platina, en fajitos. ¿Sabe dónde lo había guardado? ¡En el frigorífico! Yo se lo dije: Pero Daniel, hombre, ¿cómo has podido meter el dinero ahí? Me dijo que en ese lugar no miraba nadie. El dinero estaba fresquito, pero nos lo llevamos calentito”, tal y como desveló en ABC. Encima cachondeo.
En el año del subcampeonato con Denoueix, Megía Dávila, actual delegado de campo en el Bernabéu fue el trencilla que pitó los siete segundos a Westerveld en Vitoria, el que se inventó un penalti a favor del Celta en Anoeta que salvó el guardameta holandés y, por si fuera poco, le encargaron que dirigiera el decisivo Celta-Real en Vigo, no fuese a pasar que ganasen los blanquiazules. Hace tiempo que dejé de creer en las casualidades de este tipo. Y así hasta un sinfín de auténticas tropelías que hemos sufrido a lo largo de los años, como para que algunos hasta intenten ensuciar el sagrado gol de Zamora.
Sí, estoy de acuerdo, el Madrid fuera del campo se ha portado mucho mejor con la Real que el Barça, lo cual se lo agradecemos y lo valoramos, pero que no nos cuenten milongas, que son el mismo perro con distinto collar. Y el equipo realista no les importa un comino, hasta que se rebela y le discute algún título. Entonces los dos activan sus respectivas maquinarias. No se nos ha perdido nada en una guerra de dos mundos de la que conviene no salir manchado ni señalado. Todos los duelos ante el Madrid son buenas ocasiones para tratar de vengarse de tantas afrentas acumuladas. Sin complejos y sin temores, con plena confianza. Que, como dijo Arconada, el miedo escénico del Bernabéu eran los propios árbitros, lo demás solo leyendas. Bueno, o llegar de fiesta y encontrarte con que te está esperando en casa Maribel Verdú… ¡A por ellos!