Más de siete meses después y en la víspera de que la Audiencia Provincial decida o no la apertura del caso, Amaya, la herida en la carga de la Ertzaintza, rompe su silencio para contar su historia y reclamar justicia.
¿Cómo se encuentra?
No estoy bien. Hay días mejores y días muy malos. Cuando me encuentro bien dos días con los síntomas más leves me emociono y digo ¡Qué bien voy!, pero cuando al día siguiente me levanto mal, me duele mucho la cabeza, pierdo el equilibrio, no puedo pensar, el mundo se me viene abajo. Creo que esto todavía tiene mucha distancia hasta volver a ser quien he sido siempre y quien quiero volver a ser.
¿Cuál es su situación médica actual?
Estoy en plena recuperación. Es lenta pero sigo ahí. El riesgo de intervención ya está eliminado, me han dado el alta en neurocirugía. Que se descarte tener que intervenir es muy buena noticia, pero voy a seguir teniendo síntomas durante tiempo y continúo con limitaciones.
¿Qué secuelas tiene?
Alguna puede haber de por vida, pero no se sabe porque médicamente es poco tiempo para una lesión tan grave que he tenido con riesgo de muerte. No me las dicen porque no se puede saber, pero hay posibilidad de que me canse más mentalmente y físicamente, de que los dolores de cabeza sean para siempre, de que los problemas en el habla sigan apareciendo de vez en cuando… He perdido palabras que antes conocía y ahora no las recuerdo, tartamudeo mucho… No se sabe hasta qué punto voy a poder recuperar eso del todo.
“No me dio tiempo a llegar a la mitad de la carretera. Fue muy rápido. No hay objeto que no sea una bala de foam que vaya tan deprisa”
Vamos al día D: 5 de marzo de 2024. Que quede claro, una familia como otra cualquiera que va a Anoeta a animar a su Real.
Estábamos padre, madre e hijo. Ellos dos socios de la Real en la grada familiar y yo que voy a todos los partidos que puedo. Empezamos a ver en las noticias que se preveían problemas con los ultras del PSG. Nosotros vivimos en la frontera. El niño quería ir a ver a Mbappé, como todo el mundo. Estuvimos muy pendientes de las noticias y hasta el último momento no teníamos claro que Aingeru y yo fuésemos a ir. Joseba vino primero, estuvo viendo cómo estaba la situación y a eso de las 18.00 horas me llamó y me dijo: “Podéis venir porque está todo controlado por la policía”. Entonces vinimos 45 minutos antes del partido en el topo. Salimos del topo y no había disturbios. Fuimos a tomar algo enfrente y en ese momento empezaron algunos disturbios y nos quedamos dentro del bar por si acaso para proteger al niño. Acabaron, la Er-tzaintza metió a los ultras al campo y salimos del bar con todos los demás aficionados que había encerrados. Estaba todo tranquilo ya porque estaba la policía protegiendo la zona.
Todo transcurría con normalidad.
Fuimos a los tornos, pasaron Aingeru y Joseba con sus tarjetas de socio, pero yo tenía el carné digital en el móvil. Yo en el bar ya había sacado el QR, pero al llegar al torno, la aplicación se cerró por la habitual saturación de tanta gente. Como iba a empezar el partido en diez minutos les comenté, “pasar que yo me quedo fuera intentando cargarla”. Me situé en la plaza a la altura del busto de Ormaetxea, pero seguía sin cargar y vi que en la zona de la mediana estaba prácticamente desierta, por lo tanto había más posibilidad de coger cobertura. Me puse en la mediana y ahí empezó a irme la cobertura de internet, y en ese momento escuché correr a la Ertzaintza. Estaba pasando gente a mi lado andando, niños, gente mayor, gente con bocatas…. Giré la cabeza con el teléfono y les vi venir corriendo hacia a mí.
No podía esperar la que le venía encima.
Como estaba en la mediana eché a correr hacia el topo, hacia la puerta 5 y en ese momento escuché una detonación y automáticamente caí. Escuché la detonación claramente. Yo en ningún momento vi disturbios donde yo estaba porque la gente echó a correr a la vez que yo, la gente iba con críos, personas mayores… No había nada que indicara que se iban a producir disturbios: ni insultos, ni gritos, no había nada… Si los hubiera no hubiese buscado ahí la cobertura. Escuché la detonación, recuerdo mi caída y como cuando te pilla una explosión, un pitido de oído que me dejó sorda y un dolor súper intenso. La parte entre las dos caídas la tengo distorsionada. Los ruidos que me impactaron fueron la detonación y el de las botas de los policías, por eso cuando estaba en el hospital en los primeros momentos le dije a Joseba: “Han pasado por encima de mí, pero me han esquivado”, porque yo recordaba el ruido de las botas. Eso me dejó muy impactada. La detonación fue automática a mí caída. Fue todo en el mismo segundo. Detonación, caída y una explosión en el oído. Un pitido, no oía nada… Recuerdo un chico francés que me levantó del suelo y se quedó conmigo donde el topo, recuerdo a dos chicas jovencitas que todo el rato me preguntaban cómo estaba y yo las veía tan jóvenes que tampoco las quería asustar. Yo estaba desorientada, pero mi certeza era que me habían pegado un pelotazo. De hecho, yo cuando les vi venir corriendo en fila no había nadie, veía claramente las dos filas de ertzainas, era algo muy evidente que había sido una detonación y que me habían disparado un pelotazo.
“El neurocirujano me confesó que en las primeras horas dudó en operar porque había riesgo de muerte”
Su marido Joseba comenta que cuando le llamó le dijo que le habían pegado un pelotazo
Era algo instintivo: me levanté sabiendo que me habían dado un pelotazo. Ahí ya vino Joseba a buscarme, conseguimos entrar en la estación del topo, porque yo había pedido antes que me dejaran entrar y no me lo permitieron, pero ya cuando vino Joseba nos dejaron pasar porque éramos amigos de la responsable del dispositivo de seguridad privada. Vino la ambulancia a atenderme, que era de la cruz Roja, pero ya empezaba a tener síntomas de traumatismo craneoencefálico: ya estaba repetitiva, muy pesada, no me dejaba atender, un discurso de yo quiero entrar… El niño… Les dije a los compañeros de Cruz Roja que me dieran hielo y no les dejé que me atendieran, pero era porque ya estaba con los síntomas. Yo desde mi inconsciencia pensaba que era más leve.
Y en esas circunstancias entró en el campo.
Entramos en el campo y ya para entrar lo vi mal porque me iba hacia los lados, tenía una inestabilidad alucinante. Entramos dentro pero no estuvimos ni 15 minutos, me pesaban los ojos, no me podía tener en pie… Cada vez tenía más síntomas y estaba cada vez más afectada. Yo le dije a Joseba, “llévame a casa”, yo quería que me pincharan algo para el dolor, pero no pensaba que fuera a ser tan grave. Cuando entré en el Hospital Comarcal no podía andar y ya me hicieron un TAC y me trajeron a Donosti en ambulancia e ingresé en la UCI.
Usted sabe muy bien de lo que estaba hablando…
Soy técnico en emergencias sanitarias desde hace más de 20 años. Eso me llevó a confiarme, a pensar que era menos de lo que realmente tenía.
Los terribles noticias se confirmaron el Comarcal de Irun.
Me hicieron un TAC y vieron que tengo una hemorragia subdural. Ya tenía alteración en el habla. Me empecé a agobiar porque no podía hablar, porque no recordaba el nombre de compañeros que conozco desde hace años. Ya vino la doctora y me dijo que tenía un sangrado y que el tema era muy serio y me tenían que mandar en ambulancia a Donostia. Allí me alteré bastante, me acuerdo y me avergüenzo solo de pensarlo. Hay que partir de la base de que nunca he estado enferma, que he sido una persona súper sana que siempre he cuidado de los demás. Soy mejor enfermera que enferma, la verdad.
Lo más fuerte es que se puede decir que tuvo suerte…
Tengo según la última resonancia de control a los siete meses de la agresión, unas microhemorragias crónicas. Es una mala zona porque está cerca de la arteria cerebral. Puedo decir que he tenido suerte y un equipo médico que me ha atendido rápido y bien desde el primer momento. En el momento tenía una hemorragia subdural con dos fracturas de cráneo. El neurocirujano me confesó que en las primeras horas dudó en operar porque había riesgo de muerte.
¿Qué recuerda del hospital?
Nadie que está en la UVI está bien. Tenía momentos de desorientación que no sabía bien qué pasaba, una sensación de irrealidad, porque fue todo tan rápido y tan traumático que estás como perdida. ¿Qué ha pasado, si yo estaba bien? Incertidumbre de no saber qué va a ser lo siguiente, porque las cosas cambian en horas y no sabes cómo va a evolucionar eso. No paraba de llorar y tenía la sensación de no entender las cosas, no de no entender lo que está pasando, de pensar que me había quedado tonta. A veces todavía tengo esa sensación, hay cosas que me noto tonta. Suelo decir, yo antes era más lista.
A partir de ese momento empiezan a sentirse solos…
En el hospital no vino a verme nadie. Nadie de la Ertzaintza, ningún político… No lo esperaba, la verdad. Sí esperaba un médico forense porque cuando salí de la UVI sabía que se había interpuesto una denuncia, pero nadie venía a estar conmigo. Pensaba que sería una cuestión de protocolo, pero yo creía muchas cosas que estoy viendo que no son así por lo visto, porque a mí no me vio ningún forense. Todavía no ha venido nadie a verme ni ha hablado nadie conmigo. Nadie.
A los días le dejan irse a casa.
El alta era con reposo absoluto. Tenía que estar en casa como en el hospital. Me dieron el alta por pesada. Yo quería estar en casa con mi niño y porque mi madre es dependiente también. Quería sentirme más cómoda y protegida, pero estaba en reposo absoluto. No podía hacer nada, no he podido estar sola hasta hace dos días, no podía conducir, no podía valerme por mí misma. Yo no podía agachar la cabeza, iba por el pasillo con inestabilidad… Los primeros 15 días tenía que estar con gafas de sol y en algunos momentos con tapones en los oídos. Luego empecé a tolerar mejor la luz y en los primeros meses en la calle tenía que ir con tapones porque era como si me atravesaran el cerebro todos los sonidos estridentes. Ahora los llevo en momentos puntuales, pero si no ya me los he quitado. Las gafas de sol sigo llevando siempre.
“En el hospital pensaba que me había quedado tonta. A veces todavía tengo esa sensación, hay cosas que me noto tonta. Suelo decir, yo antes era más lista”
Joseba empieza a hablar con los medios para denunciar su caso y no hay una respuesta.
No hay una respuesta. El nerviosismo, la angustia, la ansiedad no ayudan, y eso afectó. Me molestó lo que comentó Erkoreka (declaró que la carga se produjo porque había una lluvia de piedras, botellas y otros objetos, pero las imágenes confirman que solo les lanzaron una botella cuando empezó la carga). Hubo presión por parte de los medios, si no, no me hubieran llamado de Asuntos Internos. Encima me pidieron que fuese yo a la comisaría de Erandio, a lo que nos negamos. Cuando vinieron la reunión se prolongó durante tres horas. En el vídeo que me enseñaron no se veía absolutamente nada. Empieza cuando ya llevaban unos metros corriendo y yo estaba ya en el suelo prácticamente. Y todo borroso. Y me sorprende porque nosotros conseguimos vídeos que se ve todo mucho más claro. Fue una sensación de que estaban intentando poner un relato en mi boca que no era el que yo había vivido: te estoy diciendo que yo les vi correr, escuché una detonación… No les dije que me pegaron una patada, obviamente, porque hay cosas que no recuerdo, pero sí dije lo de las botas cerca de mi cabeza. Cuando tienes una hemorragia cerebral hay detalles que no te acuerdas, como es normal.
Las imágenes estaban editadas entonces…
–Yo no entendía nada. Es que no entiendo que veas una imagen y parezca que estés ajustando tu discurso a lo que quieres que se vea. No sé si me explico. Es como que están recortando y difuminando una imagen para que concuerde con la historia que están contando, pero que no es la misma que yo estoy relatando. Y yo lo mismo que te cuento a ti se lo he contado a los de asuntos internos, a los médicos… Porque es mi vivencia. Y lo que ellos cuentan no es mi realidad. Es que no me dio tiempo a llegar a la mitad de la carretera. Fue muy rápido. No hay objeto que no sea una bala de foam que vaya tan deprisa. Para ellos mi incidente solo ocupa dos líneas de un atestado de tres páginas.