Analizado el cómputo general del partido, no podemos considerar injusto el 2-2 con el que finalizó la visita de la Real Sociedad a Vallecas. Sin embargo, el resultado duele, porque los txuri-urdin consiguieron, en base a un muy buen trabajo, lo más difícil de todo: remontar, llevar el encuentro a su terreno, provocar que el Rayo Vallecano corriera riesgos y disponer de situaciones claras para sentenciar. Del mismo modo en que el empate final no chirría, tampoco lo habría hecho un 1-3 con gol de Sadiq, pero esto es fútbol, la Liga está igualadísima y el marcador de diez de los once partidos jugados hasta la fecha por los de Imanol ha caminado durante largos minutos sobre líneas delgadísimas. Incluyo aquí el derbi ante el Athletic, por mucho que el acierto de unos y otros deparara un rotundo 3-0. Y excluyo, mientras, el 5-3 contra el Granada, aunque, puestos a elucubrar, quién sabe qué habría sucedido aquel día si Kubo no marca de medio rebote un minuto después de la igualada andaluza.
No me disgustó nuestro equipo este domingo en Madrid. Controló bastante bien al Rayo presionando mediante el 4-4-2 de Lisboa, con rombo en la medular. Sufrió por momentos para ajustarse ante el movimiento interior de Isi (entre Barrene, Zubimendi y Aihen). Y se vio obligado a replegar cuando los vallecanos lanzaban esas diagonales de derecha a izquierda (al mano a mano de Álvaro con Traoré). Pero, más allá de esto, el bagaje ofensivo de un equipo tan vertical y peligroso como el vallecano tampoco resultó ninguna locura, y además el modo en que apretó la Real provocó robos que se tradujeron luego en ocasiones ante Dimitrievski. Con momentos para uno y para otro, el partido fue consumiendo minutos desde una sensación de equilibrio general, y también desde la certeza de que al cuadro txuri-urdin le costaba enganchar dentro, bastante más que contra el Benfica.
A diferencia de los portugueses, el Rayo se mostró muy decidido a la hora de flotar a un central blanquiazul (Zubeldia) para anclar a su mediapunta (Trejo) con Zubimendi. El empate interior (3-3) entre el 4-2-3-1 local y el 4-3-3 visitante era total en Vallecas, circunstancia que contribuyó a cambiar el propio Zubimendi incrustándose entre centrales, provocando la tibia persecución de su par y logrando así que el nuevo 5-2-3 txuri-urdin hiciera mutar el dibujo rayista a 4-4-2. Se abrieron pasillos interesantes, se lograron los dos goles a través de los mismos y, tras perdonarse la sentencia, se encajó el empate definitivo en una acción que tuvo su aquel. Imanol había elegido la calidad de Zakharyan para acercarse al 1-3. Lógico. Y luego se echó en falta en esa banda un futbolista con capacidad para hundirse con Bebé y cerrar con línea de cinco. Después de visto…